Hace mucho tiempo que los Estados Unidos dejaron de ser esa nación del sueño americano. La economía deprimida por una deuda aplastante, la más grande del mundo, ha generado la mayor desigualdad social de toda su historia. El golpe emocional en personas productivas, con estudios, que de repente se ven imposibilitados a comprarse una casa o un coche, incluso ni siquiera poder rentar una vivienda, ha calado hondo y los ha llevado a engrosar las filas de los llamados zombies, las víctimas del fentanilo, sin embargo, esto no es nada nuevo.

Desde hace décadas, varios sectores, colonias, barrios, de las ciudades más importantes de la Unión Americana se han convertido en el lugar de residencia de cientos de miles de personas adictas a diferentes sustancias.

Desde el pasado, obviamente se culpa a los países que exportan sus drogas, a esas naciones que funcionan como trampolín para la gran alberca de drogadictos que existe en Estados Unidos. Sin embargo, es desde hace media década que el problema de la drogadicción en las calles de las principales ciudades de Estados Unidos, como en este caso Philadelphia, se debe, por un lado a las metanfetaminas que, dicho de una forma coloquial, ponen para arriba, y, por otro lado, el fentanilo, que es un derivado opiáceo más potente que la morfina y la heroína y que por obvias razones da para abajo.

En ambos casos la situación se ha deteriorado a un ritmo extremadamente acelerado, las imágenes que usted está viendo son de las calles de Philadelphia. Se ven a decenas y decenas de personas que ahí viven, a la intemperie, entre la basura, entre la delincuencia como modus vivendi, y ahí mismo se drogan, comparten jeringas, rebajan la droga; ahí mismo hacen sus necesidades, comen y conviven. Se trata de un escenario de zombies, como se les ha llamado en esta ya declarada epidemia por el gobierno estadounidense.

Las personas que habitan en estas calles han caído a lo más bajo y no es raro ver escenas de mujeres, hombres, menores, mayores, trastabillando, inconscientes sobre bolsas de basura, muebles viejos en la calle e incluso incapaces de mantener el equilibrio con movimientos involuntarios que parecen sacados de una película sobre el tema de los zombis, comparación descriptiva que le calza perfecto en este proceso de deshumanización y suicidio.

Y no solamente es Philadelphia, sino que el problema lo tienen otros grandes centros de población donde hay grandes sectores a los que ya no entra ni la policía. Lugares de perdición, de pobreza, donde no existe la higiene y parece ser que ya tampoco existe la dignidad humana ni sus derechos.

Fieles a su ceguera, las autoridades norteamericanas siguen culpando a los demás países, incluyendo a México, China, Colombia, entre otros, como los causantes de esta ahora oficialmente llamada epidemia de fentanilo, que debería abarcar al resto de las drogas, sin embargo, este analgésico ha demostrado ser el preferido de este grupo poblacional paupérrimo porque los coloca por horas, por días, y el deterioro es bastante acelerado saben que la dosis que se inyectan ese día puede ser la última por la altísima tasa de intoxicación y sobredosis que son mortales. Ya son personas que están muertas en vida y que el fin físico es una consecuencia que todos los días están dispuestos a afrontar.

Este es un escenario devastador para lo que siempre fue considerado el país más rico, más adelantado del mundo, sin embargo, en la actualidad está en decadencia. Por ejemplo: el estado de California está viviendo la misma situación de drogadicción, además de una situación de migración hacia el sur, es decir, muchos de estos habitantes en edad productiva, con estudios y que no han caído en las garras de las drogas, comienzan a buscar el sueño mexicano brincándose la frontera sur, ya que la situación económica en el estado que es la quinta potencia económica mundial ha generado una desigualdad tan atroz que las juventudes estadounidenses están pensando dejar todo por la paz, renunciar al sistema que los tiene en la miseria y hacerse de un modo de vida más austero en México y otros países de Centroamérica.

El otrora país del sueño americano cosecha lo que sembró: un capitalismo asesino que ha generado falta de oportunidades, grave pobreza, desigualdad y la necesidad de fugarse de la realidad en un camino suicida de millones de sus habitantes, fuga y muerte que consiguen a través del fentanilo.

Quizás pudiera parecer un escenario de los vecinos del norte, sin embargo, las similitudes de bastas regiones y ciudades de México son tremendas y preocupantes, también hay drogadicción y hay zonas completas donde no entra la policía, y el fuereño que se atreva a entrar sale sin pertenencias en el mejor de los casos.

Pero más allá de esos lugares, la presencia de adictos consumiendo se puede observar en las calles, como aquí, en Guanajuato, donde se sabe que existe, al igual que en el resto del país, un grave problema de adicciones y descomposición social. La diferencia en este caso, es que la droga que domina por mucho no es el fentanilo, es la metanfetamina, conocida mejor como cristal, que genera un deterioro rápido en el consumidor, y también lo vuelve un zombie que es capaz de todo por su dosis, incluso desconocen hasta a su propia familia. Esto se puede ver claramente en el incremento delincuencial para conseguir continuamente los 50, 70 o 100 pesos que cuesta cada bolsita con el polvo, más otros 10 pesos de la pipa o de plano el robo de focos que son agujerados para calentar la sustancia y absorber los vapores.

Como en muchos otros asuntos, la sociedad guanajuatense y mexicana en general, debe poner sus barbas a remojar al ver cómo allá en Estados Unidos se declara una epidemia porque las consecuencias ya los rebasaron, y los países del sur van por el mismo camino.

Deneck Inzunza.