Gente
Del Fidesseg al ‘Tocando Corazones’: mismas prácticas, nuevos disfraces en Guanajuato

La polémica por el manejo discrecional de recursos públicos en Guanajuato revive con la llegada del programa “Tocando Corazones”, sucesor del extinto Fidesseg: una de las asociaciones más señaladas en el pasado.
El colectivo “Actuando por Guanajuato” presentó solicitudes que superan los 45 millones de pesos a pesar de que el tope máximo de apoyo por organización es de apenas 3 millones. Con ello, se abre nuevamente la sospecha de que las reglas de operación no son más que un filtro simbólico que facilita la continuidad de viejas prácticas de acaparamiento y privilegio.
El proyecto estrella de la asociación denominado “1, 2, 3 por mi comunidad”, plantea acciones de prevención de la violencia en Celaya y Apaseo el Alto, para lo cual pretende obtener más de 40 millones de pesos. El grueso de los recursos sería destinado a sueldos, honorarios y servicios profesionales, dejando en duda el verdadero impacto social que tendría una inversión de tal magnitud en comunidades marcadas por la pobreza e inseguridad.
A pesar de las advertencias de la Secretaría del Nuevo Comienzo, en donde se señala el exceso de solicitudes, la asociación también registró otros dos proyectos de 2.5 millones de pesos cada uno, con lo que su intención de rebasar por mucho el tope fijado. El contraste es evidente: mientras decenas de organizaciones sociales carecen de los mínimos apoyos para atender a población vulnerable, una sola agrupación busca concentrar recursos millonarios.
Lejos de representar un “nuevo comienzo” en materia de financiamiento social, el programa “Tocando Corazones” parece replicar el esquema de discrecionalidad y favoritismos que hundió al Fidesseg en señalamientos de corrupción.
La contranarrativa es clara: en lugar de abrir una etapa de justicia distributiva, Guanajuato arrastra inercias que siguen privilegiando a unos cuantos, en detrimento de quienes realmente necesitan apoyo.
Gente
1985: Cuando el pueblo salvó al pueblo

Ciudad de México. – Hace 40 años la tierra tembló y con ella se quebraron muros, se cayeron edificios y se estremecieron los corazones de millones de mexicanos, pues miles perdieron su patrimonio y más que eso: se perdieron madres, padres, hijos y abuelos.
El 19 de septiembre de 1985, la tragedia golpeó con fuerza, pero aún más fuerte respondió la gente. Entre polvo y escombros, emergió una fuerza más poderosa que cualquier sismo: la solidaridad.
Hombres, mujeres, jóvenes y adultos mayores salieron sin pensarlo, con lo que tuvieran a la mano, o con nada más que sus propias manos, a buscar vida donde parecía no haberla. Se volvieron rescatistas, brigadistas, esperanza viva.
Hoy, a cuatro décadas, la exposición “1985: Cuatro Décadas de Fuerza Colectiva” en la Galería Abierta “Grutas” de las Rejas de Chapultepec, honra a las víctimas y a los héroes anónimos que nos enseñaron que cuando el pueblo se levanta, nada lo detiene. “Cada fotografía es un testimonio de lucha y amor por la vida”, Porque no solo se recuerda el dolor, también la fuerza que brotó del caos.
Recordar es resistir, es prepararnos y, sobre todo, es no olvidar que, cuando la tierra tiembla, el corazón del pueblo late más fuerte. La muestra estará abierta hasta el 28 de septiembre. Porque en esta ciudad, la memoria también salva.
Gente
Transporte en ruinas en Guanajuato capital: alcaldesa Samantha Smith abandona a concesionarios mientras crece la avaricia por controlar el servicio

Guanajuato, Gto. – Apenas 30 unidades del transporte público de la capital se encuentran dentro de su “vida útil”, lo que representa apenas el 14% de las 210 registradas oficialmente. El resto, según un estudio técnico del propio Subsecretario de Tránsito, Movilidad y Transporte, Alejandro Barbarino Sosa, argumenta que circulan con permisos vencidos o en condiciones mecánicas deplorables, lo que explica las constantes quejas de la ciudadanía por retrasos, rutas incompletas y un servicio cada vez más deficiente.
Sin embargo, lejos de apoyar a los concesionarios que llevan años al frente de este sistema, el gobierno municipal encabezado por Samantha Smith les ha negado facilidades de préstamos, créditos o incluso el respaldo como aval para que puedan renovar sus unidades.
La contranarrativa exhibe que el problema no es únicamente técnico, sino político y económico: en lugar de respaldar la modernización del transporte, el municipio parece apostar al desgaste.
Los concesionarios más antiguos denuncian que sus unidades se deterioran también porque el propio gobierno no ha atendido el mal estado de calles y avenidas como las panorámicas donde los baches aceleran el desgaste de los camiones. A esto se suma que buena parte de unas cuantas unidades viejas están ligadas a prestanombres, como el caso de Lalo Soto y de Alejandro Navarro, lo que alimenta sospechas de que detrás de la falta de apoyo existe un interés de fondo por acaparar poco a poco el servicio.
De acuerdo con el estudio, 119 unidades (más de la mitad del parque vehicular) ya no son aptas para prestar servicio, pero mientras los datos oficiales confirman el deterioro, la alcaldía se mantiene omisa en dar soluciones de fondo, dejando en la incertidumbre a más de un centenar de concesionarios que trabajan en condiciones precarias y que enfrentan la presión de competir contra quienes cuentan con privilegios dentro de la red de intereses políticos y económicos.
El trasfondo revela un afán de avaricia: mientras los concesionarios legítimos carecen de apoyos, el municipio permite la entrada de más unidades viejas ligadas a grupos de poder que buscan apoderarse del transporte en Guanajuato.
Sabemos que los que se quieren apoderar más de esto son los Navarro Smith.
En vez de renovar el servicio, la estrategia parece ser dejarlo caer en manos de unos cuantos, aunque eso signifique condenar a los usuarios a camiones inseguros, contaminantes y cada vez más obsoletos.
Con más del 50% de las concesiones vencidas y un sistema prácticamente en ruinas, la capital enfrenta un colapso de su transporte público. La responsabilidad recae directamente en el gobierno municipal que, en lugar de asumir su obligación de garantizar un servicio digno, se refugia en la opacidad y el abandono.
La pregunta inevitable es: ¿por qué será que la alcaldesa Samantha Smith prefiere beneficiar intereses particulares y propios antes que rescatar un transporte que agoniza?
Cultura
Charamuscas: tradición guanajuatense

Las charamuscas son uno de los dulces más representativos de Guanajuato, no solo por su sabor, sino por la manera en que se han convertido en un símbolo cultural que acompaña la historia y las leyendas de esta ciudad minera.
Su origen se remonta a la época virreinal, cuando la caña de azúcar y el piloncillo eran productos comunes en las cocinas y mercados de la región. Los dulceros guanajuatenses, ingeniosos y atentos a las tradiciones, comenzaron a preparar un caramelo a base de piloncillo, azúcar y mantequilla. Con el tiempo, este dulce no solo se consumió como golosina, sino que se moldeó en figuras humanas, lo que lo convirtió en una expresión de arte popular.
Lo que distinguió a las charamuscas del resto de los dulces de caramelo fue la creatividad de los artesanos que las elaboraban. En Guanajuato, las leyendas, la religiosidad y la presencia de las famosas momias influyeron directamente en su diseño. Así, no tardaron en aparecer charamuscas con forma de personas, de personajes pintorescos de la ciudad y, muy especialmente, de momias que ya desde el siglo XIX habían comenzado a atraer la curiosidad de propios y extraños.
Esta asociación entre las momias y las charamuscas convirtió al dulce en un recuerdo típico que los visitantes podían llevarse después de recorrer las calles, los callejones y los museos de la capital.
Más allá de su aspecto, las charamuscas se volvieron tradicionales porque también fueron parte de la vida cotidiana de los guanajuatenses. En un estado marcado por la minería, donde los trabajadores necesitaban alimentos que les proporcionaran energía rápida, el piloncillo era un ingrediente común en la dieta popular. Consumirlo en forma de dulce era una manera de sobrellevar las jornadas y las charamuscas se convirtieron en un placer accesible y duradero.
Su venta se fue consolidando en mercados, ferias religiosas y festividades locales, donde los niños y adultos encontraban en ellas no solo un postre, sino también una representación divertida de su cultura.
Hoy en día, las charamuscas siguen ocupando un lugar especial en el corazón de Guanajuato. Su sabor recuerda al caramelo tostado con un dejo de miel, pero lo que verdaderamente las hace únicas es que cada una es una pieza artesanal moldeada a mano, una escultura efímera que se disfruta tanto con la vista como con el paladar. Aunque han surgido variaciones modernas con formas de animales o figuras más contemporáneas, las charamuscas en forma de momia continúan siendo las más buscadas, sobre todo por los turistas que visitan el Museo de las Momias o recorren los pasillos del Festival Internacional Cervantino.
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