Connect with us

Historias

Algo tan común, tan cotidiano, tan sencillo como tomar el autobús, tiene una gran historia.

Published

on

Tuvieron que pasar decenas de años, muchas invenciones, empresas y fracasos, para que al día de hoy puedas decir la tan conocida frase “ahí viene mi camión”.

¿Se ha preguntado a quién se ocurrió implementar los famosos “urbanos”, porqué son así y no de otra forma? ¿Porqué cobran lo que cobran?

Hay que retroceder a través del tiempo y estacionarnos en la época colonial, en donde solo existían dos sistemas de transporte para llegar a otras ciudades, uno era montando un animal y ¿el otro? caminando.

Posteriormente se implementaron los famosos carruajes, los cuales salían de nuestra capital solo en determinadas fechas y el viaje duraba 2 o 3 días, pasando por Querétaro y llegando a la hoy conocida CDMX.

Fue en 1880, cuando llegó a nuestra ciudad uno de los transportes que prometía trasladar a los habitantes de una forma segura y al menos un poco más cómoda que montando un animal: el tranvía urbano, ¡OH SORPRESA! Los capitalinos pintaron una sonrisa ante este gran invento. ¿El dueño? el Sr. Wenceslao Rubio, concesionario que inteligentemente asigno dos rutas…

La primera salía de Marfil hacia el Cantador, y de ahí, hacia la presa de la Olla. Sin embargo, hacía paradas distintas zonas como Pastita, Cata y Tepetapa.

Este transporte se caracterizó por funcionar con mulas, animales fuertes y sobre todo mansos para asegurar la seguridad de los peatones. Por supuesto la velocidad era baja y habían casos en los que los pasajeros debían bajar y empujar a las mulas para poder llegar al destino.

Por ahí de 1946 empezó a funcionar un sistema de transporte público, primero la línea de la familia Aguilar y posteriormente la línea de la Familia Ávalos, quienes comenzaron de cero su línea de autobuses, línea que transcendió generaciones y que por cierto, al día de hoy, sigue funcionando. En aquel entonces, lo que ahora conocemos como el Pasaje Von Humboldt ubicado junto a la presidencia municipal, funcionaba como central de autobuses. ¿Interesante, no?

1953, el entonces gobernador José Aguilar y Maya, inauguró el servicio de transporte de primera clase, una línea de autobuses llamada “Flecha Roja” y a la década siguiente, se autorizó el transporte que iba de Guanajuato a Santa Rosa, cuyo concesionario respondía al nombre de Aurelio González.

Por ahí de los años 70´s, ya existían las categorías en los boletos, los de 1ra clase que pagaban 60 centavos y los de 2da que pagaban 50 centavos. El autobús de primera clase tenía ventanas panorámicas y por supuesto el modelo tenía que ser reciente.

Con estas modificaciones el transporte público comenzó a subir sus tarifas, ahora la segunda clase no era de 50, sino de 70 centavos, mientras que la de primera pasó de 60 centavos a 1,50 pesos.

Los años pasaban, la ciudad crecía y crecía, y los camiones, que solo tenían capacidad para 20 o 30 pasajeros, fueron quedándose cortos, muy muuuy cortos.  Las personas comenzaron a exigir un cambio, un cambio significativo, un cambio notorio. ¿Cuál fue la respuesta? ¿Cuál fue este cambio tan esperado? Un considerable incremento a sus tarifas, así es, esto como resultado de la famosa crisis de los 80´s, en donde el país alcanzó un punto de inflación que superó el 186%, por lo que caída del peso mexicano fue un golpe, un momento fatídico que hundió al país económicamente y que obligó a los servicios en general, a subir sus precios. No había opción, muchas empresas colapsaron y algunas otras, lograron permanecer.

El transporte no fue la excepción, este fenómeno contribuyó a que los incrementos continuaran de forma constante, por lo que las personas respondieron con exigencias a una restructuración del transporte, pedían que fuera eficiente, seguro, regular, con mayor capacidad para personas y que tuvieran personal capacitado, respondiendo a esta petición en 1984, se habló de la posibilidad de insertar en la ciudad los llamados “peseros”, pero la Dirección General de Transporte del Estado de aquella administración, no lo vio conveniente.

Aún así el precio subía y subía, es increíble pensar que, por allá del 85, llegó a costar 25 pesos, luego 45 y alcanzó hasta los 60 pesos, así como lo escucha 60 PESOS por tomar el camión, y todos estos incrementos, en el mismo año. Recuerde que estas cifras son de antes del Plan Azteca de 1993, que consistió en quitarle 3 ceros a la moneda.

Desde ese momento, esa lucha por exigir precio calidad, hasta el día de hoy, no ha terminado y al parecer, no terminará, pues la inflación, es un sube y baja. Esta revolución sin duda ha buscado que la relación precio – calidad del viajero sea justa, aunque, por otro lado, el poco control y desregularización que se tiene de los transportes, hacen que la oferta supere la demanda y comiencen las inconformidades, pues al día de hoy, nos encontramos en una disputa sobre si se deben o no incrementar 2 pesos a las tarifas autorizadas, resultado de toda la historia que ahora ya conoce.

Posterior a esto, se han registrado otros tipos de transportes para tramos cortos en nuestra ciudad, por ejemplo Uber, Wigo quienes operan desde el 2016, o Didi quien opera desde 2019, y para tramos más largos contamos con empresas como BlablaCar para viajes más largo alrededor de los municipios.

Ahora que conoces la historia, nos gustaría saber, ¿en qué tipo de transporte planeas moverte hoy?

Guanajuato Capital

En el corazón de la ciudad de Guanajuato, donde las calles serpentean entre montañas y túneles, se encuentra el Puente de Tepetapa

Published

on

Con una altura de 19 metros, el puente fue una de las primeras estructuras de su tipo en México. ​

Su construcción data del siglo XVIII; si pudiera hablar, ¿qué diría?, en una época en la que la ciudad vivía su auge minero gracias a las riquezas extraídas, de la mina de La Valenciana y otras cercanas. Guanajuato está lleno de minas.

Originalmente, el puente fue erigido como parte de una solución a los constantes problemas de inundaciones que afectaban la zona. El río Guanajuato, que antiguamente corría por la ciudad, mismo que a día de hoy está entubado, solía desbordarse con frecuencia, dificultando el tránsito y dañando propiedades.

El Puente de Tepetapa se concibió para permitir el paso seguro entre barrios importantes, especialmente entre Tepetapa y el centro histórico. Construido por el arquitecto Juan de Dios Pérez, con un diseño colonial típico de la época, con un arco que no solo es estéticamente bello, sino también funcional para soportar el paso de carretas, caballos y burros, en ese entonces.

A lo largo de los siglos, fue reforzado y restaurado en diversas ocasiones, pero aún conserva buena parte de su estructura original.

En la década de 1960, el río Guanajuato fue embovedado, y la zona bajo el puente se convirtió en una importante vialidad urbana. Además de su valor arquitectónico, el puente tiene una dimensión simbólica y cultural.

Durante la época del México independiente y revolucionario, fue testigo de marchas, movimientos sociales y festividades.

Hoy en día, es parte del paisaje cotidiano de locales y turistas, que cruzan sus arcos sin saber que están caminando sobre uno de los testigos más antiguos de la transformación urbana de Guanajuato.

Ahí mismo nació la leyenda de La Dama del Puente de Tepetapa:

Se dice que cuando el río Guanajuato aún corría a cielo abierto bajo el Puente de Tepetapa, los habitantes de la ciudad evitaban cruzarlo pasada la medianoche. No por la delincuencia ni por la oscuridad, sino por una figura que aparecía cuando la luna se reflejaba sobre el agua.

Según los vecinos, en las noches más tranquilas se escuchaban pasos suaves sobre la cantera del puente. Al asomarse, algunos aseguraban ver a una dama vestida de blanco, caminando lentamente de un extremo a otro del arco, mirando hacia el río, como si esperara algo… o a alguien.

Cuenta la ley que esa mujer era Leonor, hija de un comerciante español que vivía en Tepetapa durante el siglo XIX.

Leonor se enamoró de un joven minero mestizo, llamado Tomás, que trabajaba en la mina de Rayas. Su amor era secreto, pues su padre no aprobaba la relación. Se veían cada noche justo en medio del puente, donde nadie más los podía escuchar, bajo la protección del murmullo del río.

Un día, Tomás no llegó. Se había producido un derrumbe en la mina, y él fue uno de los que nunca salieron.

Leonor lo esperó, noche tras noche, parada sobre el puente. Nunca volvió a amar y, según cuentan, murió de pena, arrojando su último suspiro justo donde solía encontrarse con su amado.

Continue Reading

Guanajuato

Ponciano Aguilar, por allá del siglo XIX, para ser más exactos, en la segunda mitad, mandó poner unos hermosos hidrantes de cantera por todo Guanajuato.

Published

on

Esto con el fin de poder atender y solucionar problemas de abasto de agua.

Cuenta la leyenda que, para finales de los años 60, aún funcionaban los hidrantes. Además, al inicio de la ciudad, los habitantes de Guanajuato capital iban con jarros y cubetas para poder llevar agua a sus casas.

Ahora, esta situación nos parecería un poco rara, pues gracias a la modernidad, ya todos contamos con tuberías que nos hacen llegar el vital líquido de manera fácil a cada casa.

La cuestión es que estos fabulosos hidrantes, legado histórico que les dejamos a las nuevas generaciones, están en detrimento cada día, pues podemos observar el deterioro de estas emblemáticas artesanías que adornan el centro de nuestra capital.

Estas obras de arte eran talladas a mano y con cincel, a partir de una sola losa de cantera rosa y verde, particularmente.

Exigimos, como ciudadanos, que el legado que dejamos en esta ciudad, patrimonio de la humanidad, sea valorado, cuidado y mantenido en condiciones óptimas.

Hasta ahora, no solo en los hidrantes existe un gran deterioro; la rapiña de los barandales, herrerías, bancas y postes es evidente. Necesitamos acciones para poder mantener en orden nuestra bella capital

Continue Reading

Guanajuato

El 1 de julio de 1905 ocurrió una tormenta que ocasionó inundaciones de hasta 2 metros en la ciudad de Guanajuato

Published

on

No fue la primera ni la última, pero fue de un momento trágico con pilas y pilas de cadáveres y luego con severas infecciones provocadas por las condiciones insalubres. De esta inundación quedaron relatos históricos, fotografías, pero, sobre todo, ilustraciones como esta de José Guadalupe Posada, publicada en Antonio Vanegas Arroyo, 1917.

De algunas inundaciones severas en Guanajuato, destaca en esta entrega la del 1 de julio de 1905, cuando ocurrió una tormenta que ocasionó inundaciones de hasta 2 metros en la ciudad de Guanajuato.

El estado de Guanajuato ha sufrido severas inundaciones en el mes de julio, entre ellas destacan las de 1804, 1828, 1865, 1867, 1874, 1876, 1887 y 1888. La mayoría por el desbordamiento de los ríos La Laja, Grande y San Nicolás; pero la más severa ocurrió el 1 de julio de 1905, cuando el nivel del agua en la ciudad de Guanajuato alcanzó hasta 2 m de altura. Los daños fueron: 54 muertos, 117 casas afectadas, destrucción de la línea de tranvías, colapso de los bordos de la presa La Olla, el Teatro Juárez sufrió avería en la parte posterior, el Palacio de Gobierno perdió su archivo; la ciudad se quedó sin luz y las calles estuvieron obstruidas por escombro y lodo, durante varios días.

Continue Reading

Seguridad

Trending