Cultura
La leyenda de Casa de los Lamentos

Guanajuato, Gto. – En lo alto de un camino pedregoso, entre las sombras que deja el ocaso en las minas de Guanajuato, se alza una mansión antigua. Sus muros, ennegrecidos por el tiempo, parecen susurrar historias a quien se atreve a acercarse, se trata de la Casa de los Lamentos, un lugar donde la tragedia y la locura se entrelazaron hasta dejar una huella imborrable.
Dicen que, a finales del siglo XIX, un ingeniero minero llamado Tadeo Fulgencío Mejía compró aquella casa como regalo de bodas para su amada, María Constanza de la Rivera Olmedo. La mansión, construida un siglo antes por el Marqués de San Clemente, estaba destinada a ser su nido de felicidad. Pero la dicha nunca llegó.
Una noche, mientras Constanza volvía de visitar a su familia, fue atacada por unos bandidos. El asalto terminó en tragedia: su cuerpo quedó sin vida antes de poder cruzar el umbral del hogar que la esperaba. Desde ese día, el corazón de Tadeo se quebró. La pena se convirtió en obsesión, y la obsesión en un pacto con la oscuridad.
Buscando respuestas donde solo hay sombras, Tadeo acudió a una mujer temida por todos: una bruja que vivía en las afueras de la ciudad. Ella le habló de rituales que podían abrir la puerta entre este mundo y el otro, pero que exigían un precio en sangre.
Y así comenzó la verdadera historia de la casa…
En las madrugadas los vecinos escuchaban golpes, cánticos extraños y gritos ahogados que parecían venir desde las entrañas de la mansión. Algunos aseguraban haber visto figuras entrar y nunca salir. Con el tiempo, la leyenda se volvió certeza: el sótano de la casa se convirtió en un altar macabro, lleno de huesos humanos y símbolos que nadie se atrevía a interpretar.
Dicen que Tadeo buscaba traer de regreso a Constanza… o quizá, encontrarla en algún lugar del más allá. Pero lo único que halló fue la locura. Una noche, la casa entera resonó con un último estallido: el disparo con el que el ingeniero puso fin a su propia vida.
Desde entonces, el lugar quedó vacía al menos de gente viva. Los que han pasado junto a sus muros juran haber escuchado lamentos que se mezclan con el viento, pasos que bajan por escaleras invisibles y una voz femenina que susurra el nombre de Tadeo. Otros aseguran ver una figura masculina en las ventanas, observando, como si esperara que su amada volviera algún día.
Hoy, la Casa de los Lamentos abre sus puertas como museo, mostrando los restos de su historia y los vestigios de aquellos rituales prohibidos. Pero quien la recorra de noche, sin compañía, corre el riesgo de escuchar un llanto tan profundo que podría seguirlo… incluso más allá de la salida.
Porque en esa casa, dicen, el amor y la muerte siguen viviendo juntos.
Cultura
La dieta de la milpa: legado ancestral que fortalece la salud y la sostenibilidad

La dieta de la milpa, una práctica alimentaria tradicional en México y Centroamérica, se basa en el cultivo y consumo de productos como maíz, frijol, chile, calabaza, entre otros. Este sistema agrícola, heredado de los pueblos originarios, representa no sólo un modelo de nutrición equilibrada, sino también un pilar de la identidad cultural y la sostenibilidad ambiental.
“El legado milenario de la milpa es la base de nuestra alimentación y un orgullo de los pueblos originarios”, destacó el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Julio Berdegué Sacristán.
Más allá de sus aportes nutritivos, la dieta de la milpa rescata tradiciones culinarias, modos de vida y fomenta la biodiversidad en nuestro país. Investigaciones recientes han demostrado sus beneficios para la salud, lo que fortalece su relevancia como un modelo alimentario vigente.
- Nutrición equilibrada: La combinación de maíz, frijol y otros cultivos aporta proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales esenciales.
- Sostenibilidad: Promueve el uso eficiente de los recursos naturales y la conservación de la biodiversidad.
- Cultura y tradición: Preserva prácticas ancestrales que fortalecen la identidad de México y Centroamérica.
La dieta de la milpa, acompañada de ejercicio y actividad física regular, contribuye al bienestar físico y emocional.
- Maíz: Es una fuente rica en proteínas vegetales, fibra y antioxidantes, lo que beneficia el metabolismo y ayuda al correcto funcionamiento de las células. Cuando es nixtamalizado se enriquece con calcio, que el cuerpo puede aprovechar.
- Frijol: Es rico en fibra, carbohidratos complejos y proteína vegetal. Además, aporta vitaminas y minerales.
- Calabaza: Contiene agua, fibra, vitaminas, minerales y proteínas vegetales.
- Chile: Ofrece grandes cantidades de vitaminas y minerales. Este producto tiene efectos analgésicos, antiinflamatorios y antimicrobianos.
El secretario Berdegué invitó a la población a seguir consumiendo alimentos del campo y las costas de México, ya que representan no sólo un orgullo nacional, sino también una fuente de salud y bienestar.
Finalmente, reconoció el esfuerzo de las productoras y los productores, quienes hacen posible que los alimentos de la milpa estén disponibles en los hogares mexicanos.
Cultura
El 2 de octubre no se olvida

El 2 de octubre de 1968 es una fecha que permanece grabada con dolor en la memoria histórica de México
Ese día una manifestación pacífica convocada por estudiantes terminó en una de las represiones más sangrientas y crueles que haya conocido nuestro país en tiempos recientes. Jóvenes que solo aspiraban a un futuro mejor, a un México más justo y democrático, fueron acallados con balas.
El gobierno de aquel entonces eligió la violencia como respuesta a la exigencia de libertad, dejando un legado de miedo, injusticia y silencio que lastimó profundamente a generaciones enteras.
Lo terrible de aquella noche no se limita a la pérdida de vidas humanas, aunque esa herida por sí sola sea inconmensurable. El 2 de octubre representa también la negación absoluta de derechos fundamentales como la libertad de expresión, de reunión y de manifestación.
La juventud, que encarnaba la esperanza de cambio, fue tratada como un enemigo interno, como una amenaza al poder, cuando en realidad lo único que pedían era un país más abierto, más justo y más respetuoso de la dignidad humana. El crimen de Tlatelolco no fue únicamente contra los estudiantes, sino contra la sociedad entera, contra el derecho a soñar y construir un mejor mañana.
Lo injusto de este hecho radica en que los responsables de aquella masacre intentaron ocultar la verdad, manipular la información y silenciar a quienes buscaban justicia.
Las víctimas fueron reducidas a cifras imprecisas, los sobrevivientes perseguidos y estigmatizados, y la memoria de aquel movimiento estudiantil trató de ser borrada de la historia oficial. Sin embargo, el dolor de las familias y la indignación de la sociedad impidieron que ese silencio se consolidara por completo.
Cada año la voz de los que ya no están vuelve a resonar en las calles para recordarnos que la memoria es también una forma de justicia.
El 2 de octubre es, entonces, una advertencia y un llamado. Una advertencia de lo que ocurre cuando el poder político se coloca por encima de la vida y de los derechos de las personas; cuando se ve en la ciudadanía un peligro en lugar de una fuerza legítima para el progreso. Pero también es un llamado a no olvidar, a mantener viva la memoria de quienes fueron injustamente asesinados y a transformar esa herida en una convicción colectiva: nunca más un gobierno puede responder con violencia al derecho del pueblo de expresarse y exigir justicia.
Hoy, a más de medio siglo de aquel acontecimiento, recordamos Tlatelolco con respeto y con dolor, pero también con la responsabilidad de no permitir que hechos semejantes se repitan. El 2 de octubre nos recuerda lo peor del autoritarismo, pero al mismo tiempo, lo mejor de la resistencia y la dignidad humanas.
Que la memoria de quienes cayeron ese día nos acompañe siempre como una brújula moral, para que el derecho a la libertad, la democracia y la justicia no vuelva a ser pisoteado en nuestra tierra.
Celaya Guanajuato
Las marionetas del Capi Oviedo, una leyenda viva Celaya

En Celaya, Guanajuato, aún se conserva la leyenda de las marionetas del Capi Oviedo, un titiritero que en la década de los setenta sorprendía a chicos y grandes con sus espectáculos. Con un pequeño teatro y 33 muñecos de madera, el profesor José “Capi” Oviedo daba vida a personajes como La Llorona o Cruz Diablo, mezclando tradición y misterio.
Lo que convirtió a estas marionetas en leyenda fueron los sucesos extraños que se contaban a su alrededor: muñecos que parecían moverse solos, ruidos en la noche y hasta figuras que, según testigos, volteaban a mirar al público sin que nadie las manejara.


Tras su muerte en 1984, gran parte de sus títeres desapareció, pero hoy 11 de esas marionetas están resguardadas en el Museo de Celaya Historia Regional, donde forman parte del patrimonio cultural de la ciudad. Más que un mito, las marionetas del Capi Oviedo son un símbolo de la memoria colectiva celayense y un atractivo para quienes buscan conocer las leyendas locales.
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