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Cultura

Cacao de México: un legado para el mundo

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Considerada un regalo de los dioses, la semilla de cacao ha sido históricamente un tesoro del campo mexicano. De ella emanan sabor, tradición y cultura, elementos que han trascendido fronteras y convertido al cacao en un símbolo de la riqueza natural de México.

Desde tiempos prehispánicos, el cacao fue altamente valorado, llegando a ser utilizado como moneda de cambio para adquirir productos o pagar servicios. Una leyenda cuenta que Quetzalcóatl, el dios creador, trajo el cacao del edén divino para dotar a la humanidad de sabiduría y conocimiento.

Aunque su hazaña tuvo consecuencias, fue embriagado y perdió la razón, dejó las semillas en tierras fértiles de Tabasco y Veracruz, donde prosperaron los cacaotales.

Se sabe que el emperador azteca Moctezuma consumía hasta 50 porciones de cacao al día, mezclado con agua y otros ingredientes, considerándolo un alimento reservado solo para la realeza.

Del cacao se obtiene el chocolate, uno de los productos más apreciados en el mundo. Se elabora con las semillas tostadas y molidas del cacao, combinadas con azúcar y otros ingredientes como leche, canela o vainilla. Existen distintas variedades: negro, con leche, blanco o ruby, según el tipo de cacao y el proceso de elaboración.

El chocolate también se presenta en diversas formas: dulce, semidulce, amargo, con frutos secos, de cobertura, en polvo o fondant, entre otras. Más allá de su sabor, contiene antioxidantes, flavonoides y triptófano, que favorecen la producción de neurotransmisores como serotonina, dopamina y endorfinas, generando bienestar y placer. Además, su contenido de teobromina y cafeína aporta energía y enfoque.

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En México, el 2 de septiembre se celebra el Día Nacional del Cacao y el Chocolate, con el propósito de reconocer el trabajo de las y los productores, difundir los beneficios del cacao y fomentar su consumo. Este esfuerzo ha colocado a México en el 14º lugar mundial en producción de cacao.

En 2024 se produjeron 28 mil 447.6 toneladas, con un valor aproximado de 1,210 millones de pesos. Tabasco aportó 17 mil 732.2 toneladas, Chiapas 10 mil 447.2 y Guerrero 268 toneladas, según datos de la Dirección General del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (DGSIAP).

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Cultura

El atrio perdido del Templo de San Diego en Guanajuato

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Guanajuato, Gto. – Pocos recuerdan que el Templo de San Diego de Alcalá, una de las joyas arquitectónicas del centro histórico de Guanajuato capital, contó alguna vez con un atrio que servía como punto de encuentro y espacio religioso. Hoy, en su lugar se levanta el Jardín de la Unión, uno de los sitios más concurridos de la ciudad, pero cuya existencia borró casi por completo aquel vestigio colonial.

El atrio, como en muchos templos construidos por órdenes mendicantes durante la época virreinal, funcionaba como área abierta de reunión, catequesis y festividad. Los franciscanos dieguinos lo utilizaron como extensión natural del templo, integrando la vida social y religiosa de la ciudad.

Sin embargo, con el paso de los siglos el atrio fue reduciéndose hasta desaparecer. La transformación definitiva llegó en 1976, cuando el municipio autorizó la ocupación de más de 500 metros cuadrados del espacio. Ahí se construyeron oficinas, áreas ajardinadas, una librería y espacios de servicio, lo que selló la desaparición del atrio original.

Lo que alguna vez fue un espacio sacro se convirtió en el corazón social de la ciudad. Hoy, el Jardín de la Unión y el entorno del Templo de San Diego albergan cafés, restaurantes y la salida de las tradicionales callejoneadas, mientras que el propio templo conserva su imponente fachada churrigueresca como recordatorio de su esplendor colonial.

La desaparición del atrio de San Diego refleja un fenómeno recurrente en Guanajuato: la transformación de espacios religiosos en plazas cívicas. En este caso, la intervención urbana priorizó la vida cultural y turística, aunque a costa de la pérdida de un elemento arquitectónico con fuerte carga histórica.

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Actualmente, salvo en crónicas y memorias locales, poco queda del recuerdo de aquel atrio. El lugar se ha reinventado, pero su historia sigue latiendo entre los muros del templo y las leyendas de la ciudad.

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Cultura

La papaya: fruta mexicana con sabor, tradición y beneficios para la salud

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La papaya, originaria del sur de México y Centroamérica, se ha consolidado como una de las frutas tropicales más consumidas en el mundo gracias a su sabor dulce, su aporte nutricional y sus propiedades benéficas para la salud.

De acuerdo con especialistas de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Agricultura), esta fruta contiene vitaminas A y C, antioxidantes, fibra y betacarotenos. Además de la papaína, una enzima que facilita la digestión y ayuda a prevenir gastritis y estreñimiento. Sus semillas también se aprovechan para la obtención de aceite bajo en ácidos grasos.

En México, la papaya no solo se consume fresca, sino también en jugos, ensaladas, helados, jaleas y conservas. Recibe diversos nombres según la región como lechosa, fruta bomba o zapote. En cuanto a variedades, destacan la Maradol, Amarilla, Roja y Amameyada que se producen a lo largo del país.

El consumo per cápita anual de papaya en México es de 7.3 kilos por persona. En 2024 se sembraron 20 mil 954 hectáreas con una producción total de un millón 142 mil 854 toneladas, lo que asegura el abasto nacional e internacional.

Los principales estados productores fueron:

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  • Oaxaca: 318,967 toneladas en 2,970 hectáreas.
  • Colima: 206,985 toneladas en 3,720 hectáreas.
  • Chiapas: 160,116 toneladas en 2,038 hectáreas.
  • Veracruz: 123,349 toneladas en 3,800 hectáreas.
  • Michoacán: 120,584 toneladas en 3,525 hectáreas.

Investigadores señalan que los mayas domesticaron la papaya a partir de plantas silvestres y con la llegada de los españoles, su cultivo se expandió a otras regiones del mundo. Hoy en día, aún es posible encontrar ejemplares silvestres en México de menor tamaño, menos dulces y con poca pulpa.

Gracias a su aporte nutricional y cultural, la papaya sigue siendo un símbolo de la riqueza agrícola del país y una aliada clave en la alimentación equilibrada de millones de personas.

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Cultura

El huitlacoche en la cosmovisión mexica

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El huitlacoche (Ustilago maydis) conocido en náhuatl como cuitlacochin, era mucho más que un simple alimento para los mexicas. En su cosmovisión, donde el maíz era la planta sagrada por excelencia, cualquier alteración o manifestación extraordinaria de éste tenía un significado espiritual.

El huitlacoche, al surgir de los granos de maíz, se interpretaba como un don divino, un mensaje de los dioses relacionado con la fertilidad de la tierra y la abundancia de las cosechas.

Los mexicas creían que el ser humano había sido creado a partir del maíz, por lo que este grano era la base tanto de la alimentación como de la espiritualidad. La diosa Chicomecóatl, señora del maíz tierno y Centeótl, dios del maíz joven, eran deidades estrechamente ligadas a los ciclos agrícolas. Dentro de ese marco simbólico, el huitlacoche era visto como una manifestación excepcional del ciclo del maíz, un recordatorio del poder de los dioses sobre los cultivos.

En las ceremonias agrícolas, especialmente en los meses de Etzalcualiztli y Ochpaniztli (dedicados a la renovación de la tierra y la fertilidad), el huitlacoche era ofrendado junto con tamales, atoles y granos de maíz. Se le consideraba un “maíz dormido” o “maíz transformado” y, por tanto, un alimento especial para los dioses.

Algunos registros coloniales sugieren que el huitlacoche también pudo emplearse en rituales de agradecimiento a Tláloc, dios de la lluvia, y a los tlaloques (sus ayudantes) pues el hongo dependía de la humedad para brotar. Así, su aparición se entendía como señal de que los dioses de la lluvia habían bendecido la tierra.

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El huitlacoche era considerado un símbolo de dualidad:

  • Por un lado, representaba la “enfermedad” del maíz, pues deformaba la mazorca.
  • Por otro, era un regalo nutritivo y sabroso, evidencia de que incluso en la imperfección de la naturaleza podía hallarse un beneficio para el hombre.

Esta dualidad estaba en consonancia con la filosofía mexica, que concebía el universo en constante equilibrio entre opuestos: vida y muerte, abundancia y escasez, enfermedad y salud.

Aunque formaba parte de rituales, también era consumido de manera cotidiana. Se preparaba en tamales, caldos y guisos junto con chile y hierbas, otorgándole un sabor fuerte y distinto al del maíz común. Además, se le atribuían propiedades medicinales: se consideraba fortificante, digestivo y beneficioso para mujeres en recuperación posparto.

Para los mexicas, el huitlacoche no era una plaga indeseable, sino un símbolo agrícola y espiritual. Su aparición en el maíz era motivo de respeto, pues recordaba la estrecha relación entre los hombres, la tierra y los dioses. Al integrarlo en sus rituales y su dieta, los mexicas reafirmaban su visión de un mundo en el que lo sagrado y lo cotidiano estaban profundamente entrelazados.

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