Como cada año, en el Templo de San Felipe Neri, cientos de cargadores de distintas partes del mundo, se presentan y cumplen con su promesa de cargar el anda.
Lo sagrado y lo profano, en el Templo del Oratorio a San Felipe Neri, miles experimentan un éxtasis religioso. Gloria a Dios en las alturas, y en Guanajuato, la fiesta tiene un olor y sabor, muy peculiar.
Ataviados con toscos vestidos de henequén, miles de cargadores, se unen, se sincronizan, para en turnos o paradas, de 100 cargadores, cargar la anda, alrededor del extraordinario Templo también conocido como de la Compañía.
Cada vuelta supone un inmenso esfuerzo y dolor, ya que las andas de pesada madera, además de las figuras, referentes a la pasión, llevan a pequeños, vestidos de angelitos, que en conjunto pueden pesar, más de tonelada y media.
Son pecadores, son fascinados de demostrar su fe. Los cargadores, apuestan a que los pecados menores, alivianen su carga, lo que se puede ver es que el ejercicio, obliga a la comunión, a la coordinación de cien personas desconocidas, que cubiertos con una máscara y abrazadas, pegados uno con otro, se coordinan, muevan sus pierna y pies descalzos, que deben de librar asistentes, escalones y demás peripecias, que conllevan, dichos empeños, guiados por el fervor religioso.
En el lugar desaparece el tiempo, la escenificación, el ritual, cada vuelta, la pesada anda de madera, adornada con miles de flores, que perfuman la inmensa bóveda también humeante, de incienso y fervor, es acompañado por una extraordinaria banda y coro, que hace pensar en lo sagrado como algo cercano.