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Accidentes

¿Por qué se “caen” las aeronaves del gobierno? En 17 años ha habido al menos 6 incidentes donde han muerto funcionarios de alto nivel cuyas causas no han quedado claras

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El desplome del helicóptero donde viajaba en secretario de Seguridad Pública de Aguascalientes, Porfirio Sánchez, este jueves por la mañana, ha vuelto a poner en la palestra una duda que se había enfriado con los años, pero que se comenzó a calentar con la caída de un helicóptero de la Marina que participó en el operativo para detener a Rafael Caro Quintero en julio pasado.

Altos funcionarios del gobierno federal, marinos, un senador, una gobernadora y dos secretarios de Gobernación han muerto en diferentes percances, que las investigaciones oficiales establecen como accidentes.

Lo sucedido este jueves en Aguascalientes, donde murieron 5 funcionarios, disparó nuevamente la duda ¿Por qué se “caen” las aeronaves del gobierno? Aquí un recuento de al menos 6 incidentes en los últimos 17 años. Cabe mencionar que, además de los funcionarios citados, también murieron los miembros de las tripulaciones y personas en tierra.

Ramón Martín Huerta.

El exgobernador de Guanajuato, quien se desempeñó como tal tras la licencia de Vicente Fox, quien buscaba la Presidencia en el 2000, falleció el 21 de septiembre de 2005, cuando el helicóptero en el que viajaba se estrelló en un paraje montañoso en el municipio mexiquense de Xonacatlán.

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Ramón Martín Huerta se dirigía al penal de máxima seguridad La Palma; en ese momento se desempeñaba como secretario de Seguridad Pública de México.

Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos

Mouriño, el secretario de Gobernación en el gobierno de Felipe Calderón murió el 4 de noviembre del 2008, luego de que el avión Learjet en el que viajaba, se desplomara en la Ciudad de México, después de una gira de trabajo en San Luis Potosí.

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Tragedia en Guanajuato: Pipa sin frenos provocó mortal accidente en Noria Alta hace 20 años

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Guanajuato, Gto. — El 10 de agosto de 2005 quedó marcado en la memoria de los guanajuatenses como uno de los días más tristes en la historia de la capital. Ese mediodía, una pipa cargada con agua perdió el control al quedarse sin frenos mientras descendía por Pozuelos, en la zona de Noria Alta, y se volcó sobre un camión urbano dejando un saldo fatal.

El impacto fue devastador. Diez personas murieron de manera instantánea y al menos 17 resultaron heridas; dos de los lesionados fallecieron días después debido a la gravedad de sus lesiones. Entre los fallecidos se encontraba el conductor de la pipa, cuyo cuerpo fue hallado en el lugar del accidente. Posteriormente, se reveló que el conductor tenia indicios de marihuana en su organismo, un factor que pudo haber contribuido a la pérdida de control del vehículo pesado.

El camión afectado, identificado con el número económico GU-0098, pertenecía a la línea Transportes Urbanos de Guanajuato Ávalos y cubría la ruta que conecta el Mercado Hidalgo con la Central de Autobuses. El peso y la velocidad de la pipa aplastaron el autobús, provocando una escena de caos y dolor que movilizó inmediatamente a bomberos, paramédicos y Protección Civil para realizar un rescate de alta complejidad entre los fierros retorcidos.

Autoridades municipales y estatales, encabezadas por el entonces secretario de Seguridad Pública y el presidente municipal, acudieron al sitio para supervisar las labores y coordinar la respuesta de emergencia. Sin embargo, el siniestro reabrió un debate urgente sobre las condiciones de seguridad vial en Guanajuato, especialmente en las calles empinadas y angostas que presentan un riesgo elevado para el tránsito de vehículos pesados.

A dos décadas de distancia, el accidente en Noria Alta, conocido popularmente como el “pipazo”, sigue siendo un recordatorio doloroso para la sociedad guanajuatense. Además de las pérdidas humanas, esta tragedia subrayó la necesidad de implementar controles más estrictos para el mantenimiento de vehículos y la supervisión de conductores, así como la importancia de mejorar la infraestructura vial para evitar futuras tragedias.

El “pipazo” no solo marcó a las familias afectadas, sino que también dejó una huella imborrable en la ciudad, sirviendo como un llamado permanente a la conciencia y a la acción en materia de seguridad vial.

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Fue localizada Guadalupe Barrera, “La Señora de las Tunas”

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Tras varios días de incertidumbre y angustia, Guadalupe Barrera Reyes, conocida en su comunidad como “La Señora de las Tunas”, fue finalmente localizada con vida. La mujer de 66 años, originaria de La Sauceda, Guanajuato, había desaparecido el sábado 26 de julio a las 9pm de la noche se supo de ella, luego de ser vista por última vez en San Martín del Terrero, en el municipio de Dolores Hidalgo, donde presuntamente pedía “raite” tras haberse desorientado al viajar en el transporte público.

Su búsqueda activó una cadena de solidaridad entre habitantes de distintas comunidades rurales, quienes difundieron su fotografía y formaron brigadas improvisadas para intentar dar con su paradero. Testimonios señalaron que fue vista posteriormente en Santa Catarina, aún más alejada de su lugar de origen, lo que generó mayor alarma entre su familia y vecinos, pues se temía que, debido a su edad, pudiera haber confundido caminos o abordado un vehículo que la llevará aún más lejos.

Durante las horas que estuvo extraviada, se sumó la respuesta por parte de autoridades municipales y estatales ya que apoyaron a buscarla en vehículos por tierra y aire..

Guadalupe, reconocida por su venta de tunas en la región y apreciada por su carácter tranquilo y trabajador, fue localizada con vida cerca de las 6 de la tarde en una zona serrana de la sauceda en condiciones de aparente deshidratación y agotamiento físico tras haber pasado 2 noches al intemperie expuesta a la condiciones climáticas y entre el riesgo de fauna nativa. Su caso reavivó la conversación sobre la vulnerabilidad de las personas adultas mayores en comunidades rurales, especialmente cuando enfrentan episodios de desorientación y no cuentan con redes institucionales efectivas para su pronta localización.

Aunque el desenlace fue favorable, la experiencia dejó claro que el tiempo corre en contra cuando se trata de desapariciones.

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“Una muerte anunciada: el peligro ignorado del uso de la pirotecnia en las tradiciones religiosas

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Refugio Muñoz Galicia tenía 65 años. Acompañaba, como cada año, la procesión religiosa del barrio de Cohuaca en Contla de Juan Cuamatzi, Tlaxcala. Supuestamente era una tarde de fe y comunidad. Sin embargo, a las 2:10 p.m. El domingo 27 de julio, la devoción se tiñó de tragedia: un “cuete” impactó contra su pierna derecha, causándole heridas tan graves que perdió la vida horas después en el Hospital General de Tlaxcala.

Aparentemente fue un error humano. Un mal cálculo del encargado de lanzar la pirotecnia. Sin embargo, esta no es la primera vez que un evento religioso termina en desastre. Ni será la última, mientras la improvisación y la costumbre sigan teniendo más peso que la prevención y la responsabilidad.

Lo que debía ser una manifestación de fe colectiva se convirtió en una escena de caos. El estallido causó pánico, crisis nerviosas y una sensación de impotencia que aún sacude al municipio. La Guardia Nacional y el Ejército acudieron a la zona. La Coordinación Estatal de Protección Civil (CEPC) y el CRUMT intentaron contener la emergencia. Pero para Refugio ya era demasiado tarde.

El gobierno municipal de Contla emitió su pésame en redes sociales. Un mensaje de solidaridad, acompañado de un llamado a “tomar precauciones” con el uso de pirotecnia. Pero, ¿es suficiente? ¿Dónde están los protocolos preventivos? ¿Quién capacita a quienes manejan explosivos entre multitudes? ¿Cuántas tragedias más hacen falta para que algo cambie?

Este no fue un accidente inevitable. Fue la consecuencia de una cadena de omisiones. Porque, aunque se repita cada año, no hay tradición que justifique la muerte.

El dolor de la familia Muñoz Galicia no debe quedarse solo como recuerdo de una misa o un acto protocolario. Su pérdida debe marcar un antes y un después: en la forma en que se entienden y organizan los eventos públicos, y en la responsabilidad que las autoridades asumen  o evaden cuando se juega con fuego… literalmente.

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