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Cultura

Día internacional del maíz

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Desde tiempos mesoamericanos hasta la actualidad, este grano ha sido la base de la alimentación y protagonista de nuestra gastronomía: tacos, tamales, pozole, esquites, tlayudas y un sinfín de platillos que forman parte de la vida cotidiana de las familias mexicanas.

Nuestro país es centro de origen del maíz y resguarda al menos 59 razas nativas. Conservarlas no solo es un acto cultural, sino estratégico: constituyen una reserva genética fundamental frente al cambio climático, sequías y plagas, asegurando alimento para las generaciones futuras.

Este Día Nacional del Maíz reconocemos a las productoras y los productores que impulsan la producción, transformación, comercio y consumo de este grano esencial. Su trabajo fortalece la economía rural, mantiene vivas a las comunidades campesinas, evita la migración forzada y preserva conocimientos agrícolas milenarios.

México es autosuficiente en maíz blanco para consumo humano, aún se importa maíz amarillo para la industria pecuaria y procesada. Incrementar la producción nacional de ambos reduce la vulnerabilidad ante precios internacionales y tensiones comerciales.

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El Gobierno de México, a través de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, trabaja en el Plan México para aumentar la producción de maíz de 21.3 millones de toneladas (2025) a 25 millones (2030).

  • En el sur-sureste se prevé una producción adicional de 3.6 millones de toneladas.
  • Para este año, se estima una cosecha nacional de más de 20 millones de toneladas de maíz blanco, asegurando el abasto interno (DGSIAP, julio 2025).

Cada tortilla, tamal, pozole o esquite no solo nutre el cuerpo: es también un acto de soberanía, un homenaje a nuestras raíces y un compromiso con el futuro.

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Cultura

35 años de investigación arqueológica revelan resistencias a la conquista

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Este 2025, el Proyecto Arqueológico Zultépec-Tecoaque, coordinado por los arqueólogos Ana María Jarquín Pacheco y Enrique Martínez Vargas, cumple 35 años de investigaciones. Entre sus principales aportaciones se encuentra el haber demostrado que la conquista del centro de México enfrentó resistencias más allá de Tenochtitlan y Tlatelolco.

En las bodegas del casco del Rancho de Santo Domingo Tequixtla, sede del proyecto, se resguardan más de 30,000 piezas arqueológicas, de las cuales 27,000 ya han sido inventariadas. En el Museo de Sitio, abierto en el mismo espacio, se exhiben 150 piezas que ilustran las dos etapas de ocupación: el Clásico (200–650 d.C.) y el Posclásico Tardío (1200–1521 d.C.).

Por su ubicación en la región de Calpulalpan, Tlaxcala, Zultépec fue un punto estratégico en las rutas comerciales entre el Golfo y el Altiplano. Tras la derrota de Pánfilo de Narváez en Cempoala, Cortés regresó apresuradamente a Tenochtitlan y dejó atrás una caravana de 450 personas europeas, africanas, indígenas antillanas y aliados mesoamericanos.

El 24 de junio de 1520, pese a la alianza de Zultépec con la Triple Alianza, esta caravana fue capturada y mantenida cautiva durante ocho meses, tiempo en el que se convirtieron en víctimas de sacrificios rituales dedicados a diversas deidades mesoamericanas.

Uno de los hallazgos más significativos corresponde a una fosa con 14 cráneos localizada junto al templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, cubiertos por fragmentos de una vasija policroma asociada a la diosa Mayahuel. Los cráneos muestran perforaciones típicas de los exhibidos en tzompantli y corresponden, en partes iguales, a hombres y mujeres.

Del grupo, nueve son de origen amerindio (otomíes, tlaxcaltecas y de la Costa del Golfo), uno de una mujer maya y cinco de origen no mesoamericano: una mulata y cuatro europeos, adultos de entre 20 y 35 años. El análisis de intemperismo reveló que estuvieron expuestos en invierno, colocados en pares hombre-mujer, orientados hacia la salida del Sol.

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En palabras de Martínez Vargas, sólo el 10% de los 320,000 m² del sitio ha sido explorado. Aún restan por investigar una decena de aljibes y están pendientes varios estudios de ADN que podrían confirmar vínculos familiares entre las víctimas, así como la reconstrucción facial en 3D, que acerca esta realidad histórica al público visitante.

Con 35 años de trabajo, el proyecto Zultépec-Tecoaque sigue revelando los alcances de la resistencia indígena frente a la conquista y resguardando una memoria que permaneció enterrada por siglos.

Fuente: El proyecto Zultépec-Tecoaque revela la resistencia a la invasión de Tenochtitlan, fuera de sus fronteras. (s/f). Gob.mx. Recuperado el 29 de septiembre de 2025, de https://inah.gob.mx/especiales-inah/reportajes/el-proyecto-zultepec-tecoaque-revela-la-resistencia-a-la-invasion-de-tenochtitlan-fuera-de-sus-fronteras

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Cultura

La Torre de Noria Alta, un vestigio del agua y la minería en Guanajuato

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Entre las callejuelas empinadas y los barrios tradicionales de la capital guanajuatense se levanta la Torre de Noria Alta, una construcción del siglo XVIII que guarda una historia estrechamente ligada a la vida minera y al desarrollo urbano de la ciudad.

Levantada en tiempos en que Guanajuato era uno de los centros mineros más importantes de la Nueva España, la torre tuvo un papel fundamental: formar parte de la infraestructura hidráulica que abastecía de agua tanto a las viviendas como a las minas, cuya actividad requería enormes cantidades de este recurso.

Su nombre proviene de la noria, un sistema de extracción de agua empleado en pozos profundos, indispensable para mantener en funcionamiento la maquinaria minera y, al mismo tiempo, garantizar el consumo de la población.

Con el paso de los años, la torre perdió su uso original, pero no su relevancia histórica. Hoy se mantiene como un punto de referencia en el barrio de Noria Alta, una zona que conserva la identidad de los antiguos asentamientos que crecieron al ritmo del auge minero.

Más allá de su valor arquitectónico, la torre es testimonio de cómo la ciudad supo responder a los retos de su tiempo, combinando ingeniería, minería y urbanismo en una época en la que el agua era tan estratégica como la plata que se extraía de sus profundidades.

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Actualmente, la Torre de Noria Alta se mantiene como un símbolo discreto pero esencial en la memoria de Guanajuato, recordando que la historia de la ciudad no solo se escribió en las minas, sino también en las obras que permitieron la vida cotidiana en medio de la bonanza y el esplendor colonial.

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Cultura

Cerro del sombrero: la leyenda de las monedas del diablo

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El Cerro del Sombrero es una de las elevaciones más reconocidas en las inmediaciones de la Sierra de Santa Rosa, en Guanajuato. Su nombre proviene de su peculiar silueta que, vista a la distancia, parece un enorme sombrero de ala ancha. Pero más allá de su forma, lo que ha trascendido a lo largo de los años son los relatos misteriosos que envuelven a este lugar.

De acuerdo con la tradición oral de los campesinos y habitantes cercanos, en el cerro existe una cueva encantada en la que, según se dice, habita el diablo. Quienes han pasado de noche o en soledad aseguran haber escuchado el repique de monedas de oro que parecen rodar dentro de la tierra o sonar como si alguien las dejara caer una y otra vez.

La leyenda cuenta que este sonido es un cebo del maligno para tentar a los hombres codiciosos. Aquellos que se dejan guiar por la ambición y siguen el tintinear metálico son conducidos hasta la cueva. Una vez adentro, desaparecen sin dejar rastro, atrapados en un mundo subterráneo del que nunca se vuelve.

Los ancianos de la región advierten que el cerro se cubre de un aire extraño en las noches de luna llena. Algunos dicen que en esas ocasiones puede verse la figura oscura de un hombre sentado en una roca en forma de silla, conocida como la “silla del diablo”. Desde ahí observa y espera a sus víctimas, oculto en la penumbra y acompañado por el brillo ilusorio de las monedas…

Con el paso del tiempo, el Cerro del Sombrero se convirtió en un símbolo de respeto y temor. Muchos campesinos prefieren no trabajar sus tierras cercanas en determinadas noches, ni caminar solos por los senderos que conducen a su cumbre.

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