Cultura
La pobreza e ignorancia: factores que limitan el consumo y desarrollo de arte en México.
El arte es la muestra de lo que el alma humana siente, es el medio de comunicación mediante el cual cada persona expresa una historia, un punto de vista o incluso algo muy personal.
En países de primer mundo y en las grandes ciudades el arte es un mercado muy fructífero dónde músicos, pintores, escultores, literatos y poetas tienen una vida digna e incluso algunas veces hasta con lujos.
La gente de Estados Unidos, de Europa Oriental, de Japón o China tienen un sentido de apreciación del arte muy elevado y no sólo lo respetan y admiran, lo consumen como algo necesario en sus culturas.
Brodway en Nueva York se ha vuelto un destino turístico y de gran atractivo para todo el mundo pues los musicales exhibidos ahí son de los mejores que puedan haber.
El museo de Louvre en París, almacena obras de pintura y escultura históricas a las que todo el mundo quiere ir a ver.
En Australia está la casa de la Ópera, en Italia está la capilla Sixtina y todos los palacios con las obras de los artistas y filósofos de la época dorada.
En México tenemos Arte en todas partes y a cualquier lado y en cualquier lugar que decidamos pararnos vamos a encontrar una muestra de arte de cualquier tipo.
Sin embargo, en nuestro país, no lo consumimos, no tenemos esa necesidad por ir a la ópera una vez a la semana, o de ir al teatro a apreciar una obra o una pieza de ballet.
¿Por qué?
La respuesta es triste y a veces no lo aceptamos pero todo cae en nuestra educación y en nuestro dinero.
Si pensamos un momento, las grandes ciudades en nuestro país tienen grandes exhibiciones de arte, por ejemplo la ciudad de México, Guadalajara, Monterrey.
En esos lugares sí se produce y consume arte pero coincide con que en esos lugares el ingreso per cápita es más elevado que en otros lados del resto del país.
Una función de teatro cuesta 500 pesos o más y si se quiere llevar a una familia de 4 personas implica un gasto de 2000 pesos que para muchos hogares significa una semana entera de trabajo o incluso toda una quincena.
No es que no quieran consumirlo, es que la prioridad es comer, vestir, calzar, vivir.
Y a veces no alcanza para esparcir el alma.
Por ello los artistas en otras partes de México que cuentan con un talento inconmensurable, deciden migrar porque por espléndido que sea su arte saben que en los lugares donde nacieron no puede ser redituable.
La otra cara de la moneda está en la educación, desde que estamos en el kinder o preescolar se nos dan clases de arte o al menos se nos acerca un poco, pero los programas educativos son tan vagos y tan simples que los niños conocen sólo lo mínimo de música, de pintura, de escultura y en nivel medio superior se les quiere enseñar historia del arte sin siquiera haber tenido idea de qué es realmente.
Esto lleva a que los individuos crezcan despreocupados por hacer arte, por consumirlo y por difundirlo.
Pues no han aprendido a disfrutarlo como disfrutan una novela o un programa de entretenimiento Televisivo.
Somos entonces un pueblo que no cuenta con el capital suficiente para degustar de los manjares del arte pero también somos personas desinteresadas a las que nunca se nos dió a conocer lo que implica y significa producir una obra así.
La solución.
Definitivamente debe de ser la educación, acercar a los niños al arte de manera integral y precisa, despertar sus curiosidades, no limitarlos y mostrarles la belleza de la danza, el teatro, la música, la pintura, escultura, poesía y el cine.
No solo enseñar su historia sino enseñar su significado para nuestra sociedad.
Y poco a poco con más gente interesada y más artistas.
Porque México no es un país que haya perdido la fascinación, ha perdido el interés por la ignorancia y ha perdido las oportunidades por la pobreza.
Pero en muchos aún vive la esperanza porque a pesar de que en nuestra vida nos dicen que sólo podemos ser científicos, filósofos o artistas, uno a la vez, recordemos que algún día fuimos los tres juntos, no importando la política, aristocracia o religiones.
Cultura
¿Cuál es el origen de la navidad?
La Navidad, tal como se conoce hoy, no siempre fue una celebración cristiana en su origen ni en muchos de sus símbolos. Antes de que el cristianismo la adoptara y resignificara, diversas culturas antiguas ya celebraban festividades relacionadas con el solsticio de invierno, el ciclo del sol y la renovación de la vida.
En las civilizaciones europeas precristianas, el solsticio de invierno, que ocurre entre el 21 y el 22 de diciembre, marcaba el día más corto del año y el inicio del paulatino regreso de la luz solar. Para los pueblos agrícolas, este momento tenía un fuerte significado simbólico: representaba la esperanza del renacimiento de la naturaleza tras los meses de oscuridad.
Culturas como la romana celebraban las Saturnales, festividades dedicadas al dios Saturno que se extendían varios días y se caracterizaban por banquetes, intercambio de regalos y la suspensión temporal de las jerarquías sociales.
En el Imperio romano también se celebraba el Natalis Solis Invicti, o nacimiento del Sol Invicto, el 25 de diciembre, una festividad asociada al culto solar que conmemoraba la victoria de la luz sobre la oscuridad. Esta fecha fue especialmente importante a partir del siglo III, cuando el culto al Sol Invicto ganó relevancia oficial.
Durante los primeros siglos del cristianismo, la Navidad no era una celebración central. De hecho, no existe una referencia bíblica que establezca la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Fue hasta el siglo IV cuando la Iglesia decidió fijar el 25 de diciembre como la fecha para conmemorar la Natividad. Esta decisión respondió, en parte, a una estrategia de adaptación cultural: al superponer una celebración cristiana sobre festividades paganas ya arraigadas, se facilitaba la conversión de las poblaciones del Imperio romano.
Así, muchos elementos asociados a la Navidad tienen raíces anteriores al cristianismo. El uso de luces, árboles, coronas vegetales y banquetes colectivos proviene de antiguas celebraciones del solsticio. Con el tiempo, estos símbolos fueron reinterpretados dentro del marco cristiano y dotados de nuevos significados religiosos.
La Navidad, por tanto, es el resultado de un proceso histórico de sincretismo. Aunque hoy es principalmente una festividad cristiana, su estructura y muchos de sus símbolos reflejan tradiciones mucho más antiguas. Entender este origen no resta valor a la celebración, sino que permite comprenderla como una construcción cultural compleja, donde distintas creencias y prácticas se fusionaron a lo largo de los siglos para dar forma a una de las festividades más importantes del calendario occidental.
Cultura
Buñuelo: un dulce postre de diciembre
El consumo de buñuelos cubiertos de piloncillo durante la Navidad tiene un origen histórico y cultural que combina tradiciones europeas, adaptaciones coloniales y significados simbólicos asociados a las celebraciones decembrinas.
Su presencia en la mesa navideña no es casual, sino el resultado de un largo proceso de mestizaje gastronómico.
Los buñuelos tienen su antecedente en la cocina del Mediterráneo, particularmente en España, donde desde la Edad Media se elaboraban masas fritas que se consumían en fiestas religiosas y celebraciones especiales. Estos alimentos eran comunes en periodos de vigilia y festividades, ya que su preparación era relativamente sencilla y sus ingredientes básicos estaban al alcance de la mayoría de la población. Con la llegada de los españoles a América en el siglo XVI, la receta se introdujo en la Nueva España junto con otras tradiciones culinarias europeas.

En territorio mexicano, los buñuelos se adaptaron a los ingredientes locales. El uso del piloncillo, derivado de la caña de azúcar, cuyo cultivo se expandió ampliamente durante el periodo colonial, sustituyó a otros endulzantes europeos y dio origen a la versión que hoy se asocia directamente con la Navidad. Para los siglos XVII y XVIII, los buñuelos bañados en miel de piloncillo ya formaban parte de las celebraciones decembrinas, especialmente en conventos, hogares y fiestas comunitarias.
El simbolismo del buñuelo también tiene un componente ritual. En diversas regiones de México, su forma circular se asocia con el ciclo del año que termina y el que comienza, mientras que el acto de compartirlos al final de las posadas refuerza la idea de comunidad y abundancia. En algunos lugares, incluso existía la costumbre de romper el plato de barro en el que se servían, como gesto simbólico de renovación y de buenos augurios para el año entrante.
El piloncillo, por su parte, aportó no solo sabor, sino también un significado ligado a la prosperidad. Su uso en la cocina festiva estaba asociado con la idea de dulzura, bienestar y celebración, elementos esenciales de la Navidad. Además, su producción local lo convirtió en un ingrediente accesible y representativo de la economía novohispana.
Con el paso del tiempo, los buñuelos de piloncillo se consolidaron como un platillo emblemático de la Navidad mexicana. Más allá de su valor gastronómico, representan la continuidad de una tradición que une historia, religión y vida cotidiana. Comerlos en estas fechas es una forma de preservar la memoria colectiva, de repetir gestos heredados durante siglos y de celebrar el cierre del año con un alimento que simboliza unión, abundancia y herencia cultural.
Cultura
Buscan que la Rondalla Voces y Guitarras de la Escuela Normal Oficial de Guanajuato se patrimonio cultural del Estado
El Congreso del Estado de Guanajuato exhortó a la gobernadora Libia Denisse García Muñoz Ledo para que declare como Patrimonio Cultural Intangible del Estado a las manifestaciones culturales que, por su valor, significado y relevancia artística, tradicional, musical, intelectual y lingüística, representa la Rondalla Voces y Guitarras de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal Oficial de Guanajuato, y que dicha declaratoria sea publicada en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado.
Durante la discusión del dictamen, las diputadas Carolina León Medina, Ruth Noemí Tiscareño Agoitia y María Isabel Ortiz Mantilla hicieron uso de la tribuna para manifestar su respaldo a la propuesta.
Carolina León Medina señaló que hablar de la Rondalla Voces y Guitarras es referirse a una etapa histórica en la que se comenzó a dar mayor voz a las juventudes a través de expresiones artísticas. Recordó que la agrupación se presentó por primera vez en el Teatro Antonio del Moral, recinto del propio plantel donde fue fundada, iniciando así una trayectoria que ha perdurado por décadas. Destacó que la rondalla continúa transmitiendo romanticismo, sensibilidad y expresividad mediante su repertorio musical, consolidándose como un símbolo de identidad y camaradería para la comunidad normalista.
Por su parte, Ruth Noemí Tiscareño Agoitia recordó que la Ley del Patrimonio Cultural del Estado de Guanajuato establece que el patrimonio cultural intangible comprende los conocimientos, tradiciones, usos, costumbres y expresiones artísticas y musicales que, con el paso del tiempo, adquieren un valor histórico, social y cultural.
Subrayó que la Rondalla Voces y Guitarras cumple plenamente con estos criterios, al contar con casi cinco décadas de permanencia y una trayectoria que ha representado a Guanajuato tanto a nivel nacional como internacional. Añadió que la rondalla ha sido un espacio de formación artística, disciplina, convivencia e identidad para generaciones de estudiantes normalistas.
En su intervención, María Isabel Ortiz Mantilla afirmó que el patrimonio cultural inmaterial es el vínculo que enlaza a las generaciones y fortalece el sentido de pertenencia. Señaló que, en un contexto global marcado por la innovación tecnológica, la preservación del patrimonio cultural intangible enfrenta retos complejos y requiere del respaldo institucional para garantizar su permanencia. Indicó que Guanajuato es reconocido por su riqueza histórica y cultural, y que estas expresiones vivas, como la música y el arte, son elementos fundamentales para definir la identidad del estado.
Asimismo, adelantó que se presentará una iniciativa para identificar y proteger el patrimonio cultural intangible de la entidad.
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