Tradiciones
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe

Autoridades viales cerraron la calzada al Santuario de Guadalupe, peregrinos llegan desde esta mañana a visitar el histórico edificio del siglo XVI donde se adora la emblemática imagen de la mexicanidad.
Como cada año, se espera que miles de familias den vida a la tradición de traer a sus hijos vestidos de indígenas, para subir al santuario y entregar una ofrenda de frutas y comida que luego suele ser repartida entre los más necesitados.
Comerciantes de caña, duros y antojitos, se instalaron desde esta mañana para ofrecer productos a quienes caminan por el popular e histórico barrio construído a partir de la riqueza de la mina de Rayas.
Así que desde ahora se pueden disfrutar los pedazos de dulce caña de azúcar, los dorilocos, los buñuelos y antojitos que se le ocurran que ofrecen los comerciantes que desde siempre son parte del festejo de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego.
Guanajuato Capital
Tradición, fe y fiesta. Así se celebra el Día de Santiago Apóstol en Guanajuato capital

Cada 25 de julio, las calles de Guanajuato capital se llenan de color, música, pólvora y fervor religioso para conmemorar el Día de Santiago Apóstol, uno de los santos patronos más venerados en esta ciudad minera de profundas raíces católicas.
En barrios tradicionales como Marfil, Valenciana, La Presa y Pueblito de Rocha, las celebraciones inician desde días antes con novenarios, arreglos florales y actividades comunitarias que desembocan en una jornada de festividad popular que mezcla lo religioso con lo cultural.
Desde las primeras horas del día, los fieles asisten a misas solemnes en honor al santo, pidiendo protección, salud y prosperidad. Las iglesias se decoran con flores, banderas de papel picado y manteles blancos en los altares. Posteriormente, se llevan a cabo procesiones en las que la imagen de Santiago Apóstol —montado a caballo y portando espada— es llevada por las calles entre cantos, rezos y danzas tradicionales como la de los concheros.
Una de las celebraciones más emblemáticas ocurre en la comunidad de Valenciana, donde los habitantes organizan una verbena popular con música de banda, juegos mecánicos, venta de antojitos mexicanos y espectáculos de fuegos artificiales que iluminan el cielo nocturno.
Para muchos guanajuatenses, esta fecha no solo representa una tradición religiosa, sino también una oportunidad para reunirse con sus familias, reforzar la identidad comunitaria y mantener vivas las costumbres que han pasado de generación en generación.
Aunque las celebraciones varían en cada zona, lo común es el espíritu festivo y devoto que caracteriza a los participantes, quienes, año con año, se organizan para que la fiesta siga siendo un símbolo de identidad y arraigo cultural en la capital.
Tradiciones
Cuando la compuerta se abre, la tradición fluye: ¿Ya estas listo para volver a la presa de la olla?

El agua no solo corre, también recuerda. Cada primer lunes de julio, una ciudad entera se reúne para ver cómo se abre una compuerta. Al ritmo del Vals sobre las olas de Juventino Rosas, y con el tradicional pañuelo blanco ondeando en el aire, desde hace más de dos siglos, Guanajuato aprendió a convertir una necesidad hidráulica en un ritual cargado de historia, música y comunidad.
Entre los años 1737 y 1741, orillados ante la severa escasez de agua, las autoridades identificaron la necesidad urgente de construir una presa para abastecer la ciudad. ¿El lugar elegido? El entonces rancho “La Olla”, que fue seleccionado como el sitio ideal. En 1741 se presentó oficialmente el proyecto y se solicitó permiso al virrey de la Nueva España. En ese mismo año se inició la construcción bajo la administración del alcalde mayor Don Juan Jiménez, con apoyo financiero del marqués Vicente de Sardineta. En 1747 la presa ya estaba captando agua, sin embargo, no fue hasta 1749 donde se concluyó formalmente la construcción.
Para 1750, se realizó la primera limpieza del cauce del río con la apertura de compuertas, lo cual coincidió con un acto público. La apertura de las compuertas era originalmente un acto hidráulico práctico, pero el hecho de que la gente se reuniera a verlo y que participaran bandas y ferias empezó a formar parte de una tradición espontánea que se fortaleció con los años.
A más de dos siglos y medio viendo como el agua corre, la tradición sigue vigente. Acompañados de coloridos juegos mecánicos pintando el panorama, el aroma de los puestos de comida típica flotando en el aire y la música regional y folclórica, los guanajuatenses se reúnen alrededor de la presa para ver el agua fluir en una fiesta que se ha vuelto parte de la cultura del municipio.
Para los habitantes, el agua representa la sustancia vital que permitió que la ciudad prosperara. Un símbolo de un comienzo que revitaliza tanto la tierra como el espíritu colectivo.
Este primer lunes 7 de julio, a la 1:00 p.m., te invitamos a unirte a la tradicional apertura de las compuertas. Encabezada por la gobernadora Libia Denisse García Muñoz Ledo, quien dará el banderazo con el pañuelo blanco. Alrededor del Parque Florencio Antillón se instalarán más de 120 puestos de comida, artesanías y juegos mecánicos. Y más tarde, a las 5 p.m. tras la apertura, habrá un show musical en la Ex-Estación del Ferrocarril, con Los Grandes Potrillos del Bajío y Academia Selecta DH.
Tradiciones
Entre fe y tradición: revive la Pasión de Cristo en el Templo de Cata.

Entre fe y tradición: revive la Pasión de Cristo en el Templo de Cata
El sol apenas comenzaba a brillar en el cielo, cuando en la glorieta de San Clemente comenzó a reunirse una multitud de fieles. Era Viernes Santo y, como cada año en Guanajuato capital, las calles del antiguo barrio de Cata se vistieron de recogimiento, devoción y una profunda emoción. Poco a poco, entre murmullos, rezos y pasos suaves, la comunidad se preparaba para revivir una historia que ha cruzado siglos: el viacrucis del hijo de Dios.
A las diez de la mañana en punto, el silencio fue vencido por los primeros rezos. La procesión arrancó. Al frente, avanzaba lentamente la imagen de Jesús de Nazaret, con la mirada serena y el rostro cansado. Cincuenta hombres, aproximadamente, cargaban la pesada anda con solemnidad. Algunos en guaraches, otros descalzos. El asfalto ardía bajo sus pies, y las flores que adornaban la figura sumaban peso al sacrificio. Pero nadie se quejaba. Cada paso era una ofrenda, una plegaria, un acto de amor.
Tras Jesús, seguían las imágenes de la Virgen María, Juan el Apóstol y Simón de Cirene, escoltadas por soldados romanos que daban al cortejo una fuerza dramática. A su alrededor, vecinos, creyentes, turistas, niños y ancianos… todos unidos en una sola corriente de fe. Las catorce estaciones del Vía Crucis se extendían ante ellos marcadas con fervor.
Las calles empedradas de Cata se transformaron en escenografía viva. Durante casi dos kilómetros, la procesión avanzó rumbo al Templo del Señor de Villaseca, donde habría de culminar esta travesía espiritual. Muchos caminaban con veladoras encendidas. Algunos iban descalzos, ofreciendo su dolor como penitencia. Otros portaban rosarios o cruzaban los brazos en señal de respeto. Pero todos compartían un mismo silencio reverente.
Entre los cantos que se elevaban como plegarias, hubo escenas que tocaron el alma: un hombre a punto del colapso fue sostenido por dos de sus familiares; otros cuidaban que una vela encendida no se apagara con el viento; un niño, alzando su rostro entre la multitud, se persignaba con fervor. Los cargadores, con los pies heridos por el calor del pavimento, seguían adelante con tenacidad.
No, esto no era teatro. Fue una expresión viva de la fe, un acto comunitario que cada año une a Cata. El Viacrucis no es espectáculo: es reconciliación. Es reflexión. Es recordar que la vida de Cristo fue entrega, servicio y amor. Que su pasión fue un acto de redención. Eso es lo que aquí se conmemora.
La historia que se revive en Cata tiene ecos de hace más de dos mil años. Jesús de Nazaret, predicador en la antigua Judea, fue perseguido por anunciar un mensaje de paz y justicia. Traicionado y condenado, cargó su cruz hasta el Calvario, donde fue crucificado.
En Cata, el Viacrucis no solo se representa: se siente, se recuerda, se comparte. Padres que enseñan a sus hijos, jóvenes que ensayan durante semanas, vecinos que preparan cada estación con esmero.
Poco antes del mediodía, la procesión llegó al templo. La escena final se desplegó con fuerza simbólica. Los últimos rezos subieron al cielo. Y en el aire quedó suspendido el eco de una comunidad que, año con año, no solo honra la tradición: la vive con el corazón.
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