

Guanajuato Capital
Hidrantes de Guanajuato entre la negligencia y el olvido.
A pesar de su relevancia histórica, los hidrantes de Guanajuato, que fueron cruciales para el suministro de agua durante el siglo XIX, hoy enfrentan un estado de deterioro alarmante. Estos emblemáticos vestigios de la ciudad, víctimas del olvido y la falta de conservación, merecen ser reconocidos y preservados como parte del patrimonio cultural de Guanajuato.
El acceso al agua en Guanajuato ha sido una preocupación constante a lo largo de la historia de la ciudad. A principios del siglo XIX, la infraestructura hidráulica era escasa, y los habitantes de Guanajuato dependían de la presa de la olla, aunque este recurso no llegaba directamente a sus hogares. En su lugar, los aguadores, hombres al servicio del sistema de agua municipal, recorrían los barrios cargando tinajas, llevando agua de puerta en puerta.
En 1852, la situación mejoró con la instalación de fuentes públicas cerca del centro de la ciudad, que eran abastecidas con agua de la presa de la olla. Esto permitió que los habitantes accedieran al agua de manera gratuita, aunque el oficio de los aguadores seguía presente, llevando el agua a los hogares que aún no contaban con acceso directo.
Fue en 1897 cuando la ciudad dio un paso significativo hacia la modernización con la instalación de hidrantes en los callejones y plazas. En total, 78 hidrantes fueron colocados en distintos puntos de la ciudad, diseñados por el ingeniero Ponciano Aguilar. Estos hidrantes facilitaron aún más el acceso al agua, especialmente en una ciudad tan compleja como Guanajuato, con sus empinadas calles y callejones.
Estos hidrantes, que funcionaron hasta mediados del siglo XX, no solo fueron una solución práctica a los problemas de agua, sino que también representan un importante legado histórico y cultural para la ciudad. Cada uno de estos hidrantes fue elaborado artesanalmente hace más de 100 años, con cantera extraída de los cerros cercanos a la presa de la olla y calderones, y elaborados por manos guanajuantenses.
Desafortunadamente, estos valiosos elementos de la ciudad han caído en el abandono. A lo largo de los callejones cercanos al centro, es posible encontrar varios de estos hidrantes en un estado de deterioro alarmante. En algunos casos, los propios vecinos han demolido los hidrantes debido a la falta de programas de conservación y mantenimiento. La desaparición de estos testimonios históricos no solo es una pérdida cultural, sino también un reflejo de la negligencia hacia el patrimonio de Guanajuato.
En un intento por rescatar este patrimonio histórico, el gobierno local anterior, encabezado por el esposo de la actual presidenta municipal, Alejandro Navarro, prometió que los hidrantes serían restaurados y protegidos. Sin embargo, a pesar de las declaraciones hechas en discursos públicos, no se han visto acciones concretas que respalden estas promesas. Años después, la restauración sigue siendo una tarea pendiente y, como en ocasiones anteriores, todo parece indicar que la historia se repetirá.
Es urgente que se implementen medidas de conservación y restauración para garantizar que estos hidrantes, que son mucho más que simples objetos, sean preservados para las futuras generaciones. Representan la identidad de Guanajuato, una ciudad rica en historia y cultura, y su pérdida sería irreparable.
Cultura
La época cristera en Guanajuato capital

La llamada Guerra Cristera fue un conflicto armado y religioso que marcó a México entre 1926 y 1929, aunque en algunos lugares se prolongó hasta los primeros años de la década de 1930. El origen se encuentra en la aplicación de la Ley Calles, promovida por el presidente Plutarco Elías Calles, que buscaba limitar la influencia de la Iglesia católica en la vida pública del país. Esta legislación prohibía procesiones, restringía el número de sacerdotes, cerraba templos y escuelas religiosas, e imponía sanciones a quienes desobedecieran.
En un país donde la mayoría de la población era profundamente católica, estas medidas se interpretaron como un ataque directo a la fe y a la identidad cultural del pueblo. La respuesta fue una rebelión popular, integrada en su mayoría por campesinos, artesanos y sectores medios, quienes se levantaron en armas bajo el lema “¡Viva Cristo Rey!”.
El estado de Guanajuato fue uno de los epicentros del conflicto junto con Jalisco, Michoacán y Colima. Sus comunidades rurales se convirtieron en escenarios de enfrentamientos constantes entre cristeros y fuerzas federales. La capital del estado, aunque no fue escenario de batallas campales como otras zonas rurales, vivió de manera intensa las tensiones sociales y religiosas derivadas del conflicto.
En Guanajuato capital se aplicaron las disposiciones anticlericales:
- Se ordenó el cierre de templos y conventos, lo que alteró la vida religiosa cotidiana.
- Las procesiones y festividades religiosas quedaron prohibidas.
- Hubo persecución contra sacerdotes y laicos que organizaban o practicaban actos de culto.
- Familias católicas participaron en la resistencia, ofreciendo apoyo en secreto a los cristeros de las regiones cercanas.
La ciudad, con su fuerte tradición minera y artesanal, también resintió las consecuencias económicas de la inestabilidad: disminución del comercio, miedo a las represalias y migración hacia lugares más seguros.
- Sociales y culturales
- La fe católica se vivió en la clandestinidad, lo que reforzó la religiosidad popular.
- Se generó un sentimiento de desconfianza hacia las autoridades federales.
- Algunos sacerdotes y laicos de Guanajuato fueron perseguidos o ejecutados, quedando en la memoria local como mártires.
- Políticas
- El conflicto consolidó en Guanajuato un perfil político conservador y católico, que influiría en la vida pública del estado durante el resto del siglo XX.
- La tregua alcanzada en 1929 entre el gobierno federal y la Iglesia no borró de inmediato las heridas: en la capital persistió por años una tensión latente entre el poder civil y la autoridad religiosa.
- Económicas
- La guerra interrumpió la vida productiva y comercial de la ciudad.
- Algunas familias fueron desplazadas, y la actividad económica se vio afectada por el clima de persecución y miedo.
En Guanajuato capital, la época cristera no se manifestó en grandes batallas armadas, pero sí en una atmósfera de represión, resistencia y clandestinidad. La imposición de la Ley Calles alteró profundamente la vida cotidiana, tocando lo más íntimo de la identidad social: la práctica religiosa. Este periodo dejó una huella duradera en la ciudad, reforzando la devoción católica que hasta hoy caracteriza a sus habitantes y marcando la memoria histórica de una comunidad que vivió entre la fe, el miedo y la resistencia.
Cultura
¿Sabes cuál es el origen del nombre del callejón de los angelitos?

Guanajuato entró al siglo XIX de forma trágica… pues sufrió varias hambrunas provocadas por guerras, sequías y el colapso del sistema agrícola, además de políticas pobres y una alarmante falta de planificación.
La Guerra de Independencia y otros conflictos dejaron los campos abandonados, dañando gravemente la producción de alimentos, especialmente de maíz. A esto se le suma la sequía que desató hambre, enfermedades y migraciones masivas.
Muchas personas murieron, pero lo más desgarrador fue la pérdida de miles de infantes. Fue entonces cuando la historia nos dejó como legado, el callejón de los Angelitos: un estrecho paso por donde hombres y mujeres valientes llevaban en brazos a sus pequeños fallecidos, devolviéndolos con dolor a la tierra que los vio nacer, rumbo al panteón de Santa Paula.
El nombre original del camposanto era Santa Eulalia, inaugurado en marzo de 1861. Más tarde, su nombre cambió a Santa Paula.
Este panteón, por razones naturales y aún misteriosas, es el lugar donde se forman las famosas momias de Guanajuato y este callejón, que hoy contemplamos, era el último recorrido de un “angelito”, es decir, el cuerpecito de un niño.
Para hacer más llevadero ese paso fúnebre, el recorrido era acompañado por pirotecnia o cuetes que iluminaban el camino hacia la “recamarita”, un espacio especial dentro del panteón reservado para los angelitos.
En 2024, el Callejón de los Angelitos fue restaurado. Hoy luce un colorido deslumbrante que, en opinión de muchos, lo convierte en uno de los rincones más hermosos y conmovedores de Guanajuato capital. Un lugar que tienes que ver.
Guanajuato Capital
Gobierno de Samantha Smith omite crisis de maltrato animal en Guanajuato capital y deja la carga a rescatistas

Mientras otras ciudades del estado avanzan en la construcción de políticas de bienestar animal, en la capital gobierna la indiferencia. El gobierno municipal de Samantha Smith Gutiérrez fue acusado directamente por colectivos y rescatistas de protección animal de ignorar las denuncias de maltrato, abandonar programas de prevención y condenar a la ciudad a retroceder en materia de derechos de los animales.
En un oficio entregado al Ayuntamiento, asociaciones como Colectivo Los Nahuales, Tlacuatzin Rescue, SEA Adopciones y Rescate de Animales, Perros Perdidos de Guanajuato Capital, Adopta Guanajuato y rescatistas independientes señalaron que, pese a que desde 2021 está vigente la Ley de Protección Animal del Estado de Guanajuato, la administración de Smith no ha cumplido con su aplicación ni ha impulsado el reglamento municipal
correspondiente. El Consejo de Protección Animal, creado hace más de cuatro años, sigue inoperante bajo su gobierno, y durante los dos periodos de su esposo y ex presidente, Alejandro Navarro.
La crítica más fuerte recae sobre el Hospital Veterinario Municipal del (CECAA), al que acusan de haber dejado de realizar esterilizaciones gratuitas, de no impulsar campañas masivas de prevención y de deslindarse de la reducción del abandono, tarea que ahora recae únicamente en rescatistas independientes.
Para los colectivos, resulta una contradicción que el gobierno municipal cierre los ojos ante la crisis de abandono animal mientras se normalizan espectáculos con sufrimiento y violencia como corridas de toros, peleas de gallos y eventos permanentes con pirotecnia.
Lejos de reconocer el esfuerzo de quienes han dedicado años a enfrentar la sobrepoblación y el maltrato, se les ha descalificado llamándolos “rescatistas radicales”. Sin embargo, lo único que exigen es que la autoridad cumpla con la ley y asuma sus responsabilidades.
Las demandas son claras:
Definir políticas públicas reales que protejan a los animales como seres sintientes.
Reconocer la experiencia de los rescatistas que han suplido la falta de autoridad.
Ejecución de campañas intensivas de esterilización gratuitas, aplicación de sanciones a maltratadores y promoción de la tutoría responsable.
Los firmantes recalcaron que cada día de omisión del gobierno municipal representa más sufrimiento animal y más retrocesos en justicia social, dejando en evidencia que la capital del estado avanza en sentido contrario a los principios de respeto y bienestar.
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