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Guanajuato Capital

No tienen vergüenza, después de años apartar espacios de estacionamiento con mostrencos en la calle de Alonso, ahora ya aparecieron unas extrañas pintas amarillas para apartar 3 lugares

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Después de más de un año de constantes reportes sobre los mostrencos de la calle de Alonso en el centro de la capital de Guanajuato; después de meses, cuando se hizo pública la propiedad de la familia que gobierna la capital de Guanajuato capital, como si fuera su casa o su propiedad durante ya demasiado tiempo.

Ahora, además de los mostrencos y después de la inauguración de un negocio frente al lugar que se acusa a policías viales, actuar con discreción frente al obvio incumplimiento del Bando de Policía y Buen Gobierno que prohíbe la instalación de estos obstáculos, que impiden el tránsito libre y el derecho de cualquier capitalino con auto a ocupar ese estacionamiento, con fines particulares, aparecieron las líneas amarillas que impiden estacionarse en el sitio.

En primer lugar, la policía debería de haber actuado y levantado esos obstáculos desde hace meses, pero no lo hacen, por que son dispuestos por las autoridades que gobiernan el municipio, denuncian trabajadores de la Universidad de Guanajuato y de otras instituciones estatales que laboran en los edificios frente al lugar en donde dicen aparece el esposo de la actual presidenta municipal, un par de días a la semana,por lo que asumen es el propietario del nuevo negocio en la emblemática calle de la capital.

Lo peor, es que en el lugar también se ven afectadas por el robo de unos de los pocos lugares de estacionamiento asignados, para las personas con discapacidad en el centro de la ciudad, en lo que ya es una violación a los derechos y obligaciones planteadas por los reglamentos de movilidad pero, sobre todo, un descarado apropiamiento de lo público en beneficio de un negocio privado.

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Guanajuato Capital

Nuevo “arañazo” en los cerros de Guanajuato: urbanización sin control devora el paisaje natural

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Guanajuato, Gto.— La herida está abierta y a la vista de todos. Una nueva cicatriz ha sido marcada sobre los cerros que enmarcan la capital del estado. Esta vez, el daño se ubica en el Cerro de Sirena, entre el Cerro del Meco y el cauce del Río de Piletas, donde maquinaria pesada irrumpió sin pudor en una zona alta, removiendo tierra como si el paisaje natural fuera un simple estorbo en el camino hacia el cemento y la urbanización.

El trazo es claro: un camino ha comenzado a abrirse paso donde no debería. No hay lógica ambiental ni necesidad social que justifique esta remoción de tierra, salvo la posibilidad, cada vez más evidente, de que se intente pavimentar una ruta que sirva como antesala para futuras construcciones. Una ruta que, de no detenerse a tiempo, podría convertirse en otra vía hacia el deterioro irreversible del entorno natural.

Este “arañazo” no es un hecho aislado. Es solo el capítulo más reciente de una serie de agresiones ambientales que vienen acumulándose en los cerros de Guanajuato, bajo la mirada tibia, o quizá cómplice de las autoridades municipales. El silencio institucional frente a estos actos resulta, cuando menos, alarmante. Cuando más, profundamente preocupante.

Mientras la maquinaria avanza tierra adentro, la flora y fauna de la zona retroceden sin defensa. Especies nativas huyen, la tierra se fractura, y los ecosistemas quedan irremediablemente fragmentados. Lo que se pierde no es solo verde: se pierde historia, se pierde identidad, se pierde futuro.

Y en medio de todo esto, el municipio sigue sin contar con una brújula legal y ambiental. El Programa Municipal de Desarrollo Urbano y de Ordenamiento Ecológico Territorial —instrumento básico para controlar el crecimiento de la ciudad— sigue sin actualizarse por más de 10 años. Aunque en marzo el Ayuntamiento aprobó su remisión al Instituto de Planeación del Estado de Guanajuato (Iplaneg), desde entonces no se sabe nada. Ni avances, ni retrocesos. Solo silencio.

Ese vacío normativo ha sido aprovechado, según sospechan ciudadanos y especialistas, por desarrolladores que ven en la falta de regulación una oportunidad de negocio. ¿El resultado? Un avance acelerado de construcciones privadas en zonas donde antes solo existía vegetación y vida silvestre.

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En Guanajuato capital, los cerros ya no son refugio de los olvidados. Las zonas altas, que alguna vez acogieron viviendas humildes de quienes no tenían más opción que construir sobre las pendientes, hoy se transforman en codiciados espacios para fraccionamientos de lujo. Un fenómeno que no sólo encarece el suelo, sino que también margina a quienes antes lo habitaron.

La pregunta no es nueva, pero sigue vigente: ¿quién autoriza estas obras?, ¿quién permite el paso de maquinaria pesada por zonas ecológicas?, ¿quién se beneficia de este nuevo rostro urbano? Y sobre todo: ¿quién cuida a Guanajuato de quienes solo ven en sus cerros una oportunidad de negocio?

No bastan los discursos ni las buenas intenciones. Se requieren acciones firmes, inspecciones reales, sanciones ejemplares. Guanajuato no necesita más promesas: necesita defensores del territorio.

Por ahora, el “arañazo” sigue ahí. Testigo mudo de un modelo de crecimiento que parece no tener freno. Una herida más en el cuerpo de una ciudad que, si no se defiende pronto, podría despertar un día sin reconocer su propio rostro en el espejo de sus cerros.

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Cultura

Guanajuatenses que dejaron huella: Josefa Teresa de Busto y Moya

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Guanajuato, Gto. 30 junio 2025.- Josefa Teresa de Bustos y Moya Xeres y Monroy nació en 1682 en la villa de Guanajuato y pasó parte de sus primeros años en Querétaro, pero regresó a Guanajuato tras casarse con Manuel Aranda y Saavedra.


Doña Josefa provenía de una familia acomodada, entre sus bienes se encontraban numerosas casas en la Villa de Guanajuato, haciendas y se beneficiaba, además, de la extracción de minerales en las minas familiares. Cuando enviudó en 1729, se hizo cargo los negocios, por lo tanto, empezó a tomar decisiones que tendrían un impacto positivo en el pueblo guanajuatense.


Ella veía necesario educar a los jóvenes de la villa de Guanajuato sin tener que dejar sus hogares para irse a otras partes, por ello, donó dinero y bienes para establecer un colegio de la Compañía de Jesús. Esta iniciativa fue apoyada por otros acaudalados mineros, quienes hicieron también donaciones.


En 1732 se creó una constancia ante el escribano don Félix Alfonso Martínez de León sobre su donación de 60, 000 reales, destinados a la manutención del colegio una vez construido; sin embargo, se necesitaba la autorización del rey Felipe V de España, quien finalmente la dio en 1744. No obstante, pasaron muchos años para que el rey de España diera este permiso y doña Josefa lamentablemente había fallecido dos años antes de la aprobación.


Durante el lapso de esos años se obtuvieron otros permisos como el del Virrey don Juan de Acuña y del obispo de Michoacán una autorización para que se asentaran varios padres jesuitas en Guanajuato con el fin de reunir a personal adecuado para el colegio.


En su testamento hizo énfasis en seguir apoyando económicamente la fundación del Colegio y en una escritura consta que doña Josefa cedió la casa que tenía en la calle de Cerero, hoy conocidas como la calle Lascuráin. Se trata del Edificio Central de la Universidad de Guanajuato, donde se imparten la carrera de derecho y administración pública.

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La señora Josefa Teresa de Bustos y Moya pedía la fundación de un Colegio que al inicio fue para cientos de estudiantes, quizás nunca se imaginó que ese colegio se convertiría en lo que es hoy en día: la Universidad de Guanajuato, quien brinda a miles de jóvenes, solo solo de la capital, sino en todo el estado y más, una educación superior.


Un personaje histórico que impactó la ciudad profundamente.

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Cultura

¿Conoces la leyenda de las Momias de Guanajuato? ¡Aquí te la contamos!

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Guanajuato, Gto.– Entre 1865 y 1989 fueron exhumados más de cien restos óseos debido a que sus familiares habían dejado de pagar la cuota para seguir manteniéndolos sepultados en los suelos del panteón municipal Santa Paula. Para sorpresa de los trabajadores y la gente local en general, muchas de las exhumaciones presentaban momificación.


Entre estos cuerpos, algunos presentaban expresiones que sobresalían entre otros por su expresión tétrica, pues daban la impresión de que murieron aterrados y dicha emoción se congeló en su rosto hasta nuestros días. Ante este evento, surgió una teoría que se ha convertido en una leyenda con el pasar de los años y que explica este suceso.


Se cuenta que alrededor de 1833, toda la Capital de Guanajuato fue golpeada por una epidemia, se trataba de la peste de cólera morbos. Fueron tan grandes los niveles de mortandad en la zona que los cementerios no daban abastecimiento. No obstante, uno de los padecimientos de esta enfermedad era la paralización del organismo; es decir, las personas parecían estar muertas.


Las personas de la época desconocían este síntoma e inmediatamente que los enfermos daban señales de estar aparentemente sin vida, eran enterrados lo más pronto posible con el fin que la enfermedad no se propagara más. Las víctimas de la paralización del organismo, entonces, eran enterradas vivas y tras recobrar la consciencia, morían asfixiadas en un estado completo de desesperación y angustia.


Por esa razón, hay muchas momias con las expresiones tétricas que destacan e incomodan al visitante del Museo de las Momias. O eso es lo que la gente de Guanajuato cuenta…

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Seguridad

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