Cultura
¿Tenochtitlán se fundó en un solsticio de invierno?

El libro “Entre el cielo y el lago: La fundación de México-Tenochtitlan” de Ismael Arturo Montero García, aborda la fundación de la ciudad de México-Tenochtitlan desde una perspectiva multidisciplinaria, integrando la arqueología, la astronomía y la cosmovisión mexica.
Este análisis se ofrece en el marco del 700 aniversario de la ciudad prehispánica y busca entender cómo se erigió una ciudad en un lugar aparentemente inhóspito, emergiendo desde un islote en el lago de Texcoco.
Montero García, quien es investigador en proyectos de arqueología subacuática y alta montaña del INAH, sostiene que la fundación de Tenochtitlan no solo fue un acto urbanístico, sino un ritual de consagración que buscaba establecer un centro sagrado para los mexicas. La ciudad, originalmente llamada Cuauhmixtitlan (“entre las nubes del águila”), fue posteriormente conocida como Tenochtitlan (“el lugar del tunal sobre la piedra”), y su desarrollo estuvo profundamente influenciado por la cosmovisión astronómica y religiosa de los mexicas.
En su análisis, el autor destaca la importancia del Templo Mayor que no solo servía como templo religioso, sino también como un observatorio astronómico para registrar la posición del Sol y otros astros. Este templo representaba el eje del mundo mexica, un lugar simbólico en su axis mundi.
Montero García también explica que la fundación mítica de Tenochtitlan estuvo vinculada con el culto al Dios Huitzilopochtli (Dios de la guerra), en particular con su relación con el solsticio de invierno, cuando Venus y el Sol se alineaban, señalando el nacimiento ritual de Huitzilopochtli. Este acto estaba marcado por el encendido del Fuego Nuevo y se celebraba durante la veintena de Panquetzaliztli.
El autor también reflexiona sobre la segmentación del año en periodos de 73 días, que definió el trazo urbano de Tenochtitlan y su alineación con el Templo Mayor. Este sistema se reflejó en la actual traza del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Montero concluye que, más que buscar una fecha comprobable para la fundación de Tenochtitlan, los mexicas buscaban evocar un momento mítico para legitimar su linaje y proyectar su destino sagrado. Esta reinterpretación de la historia también fue promovida por el Tlatoani Itzcóatl en el siglo XIV, quien, con la ayuda de Tlacaélel, reformuló la historia y religión de los mexicas tras su victoria sobre los tepanecas y la formación de la Triple Alianza.
Cultura
El Charro Negro de la Sierra de Santa Rosa

Cuentan los viejos de la Sierra de Santa Rosa de Lima, allá donde el aire se viste de neblina y los pinos murmuran con el viento, que habita un alma en pena: el Charro Negro.
Hace siglos, cuando Guanajuato era un hervidero de mineros y arrieros, un bandido astuto se hizo de una fortuna robada. Plata, monedas y joyas arrebatadas a quienes descendían de las minas pasaron a sus manos, pero la codicia no perdona. Traicionó a sus propios compañeros y, perseguido por justicia y ladrones, buscó refugio en lo profundo de la sierra.
Allí, dicen, desesperado y con el tesoro al cuello, pronunció palabras prohibidas. Ofreció su alma al diablo a cambio de que nadie le arrebatara jamás sus riquezas. El pacto se cumplió, pero con un precio: su cuerpo se desvaneció en las sombras y su espíritu quedó condenado a cabalgar eternamente por los montes de Santa Rosa.
Desde entonces, los arrieros que se atrevían a cruzar la sierra en la noche hablaban de un galope que retumbaba entre las barrancas. Algunos juraban haber visto un jinete de traje oscuro, montado en un caballo negro, cuyos ojos brillaban como brasas encendidas en la oscuridad. Con voz profunda, el espectro ofrecía riquezas sin fin a quienes se atrevieran a seguirlo… pero ninguno de los que aceptaron volvió jamás.
Hoy en día, los pobladores todavía advierten a los viajeros: “Si escuchas cascos resonando en la tierra húmeda, no mires atrás. No respondas al llamado. El Charro Negro aún vaga en busca de compañía, guardando el tesoro maldito que lo ata a esta tierra para siempre.”
Y así, entre la neblina y el silencio de los bosques, su galope se mezcla con el viento, recordando a todos que la codicia y los pactos oscuros nunca traen redención.
¿Te atreverías a cruzar la Sierra de Santa Rosa a oscuras? ¡Cuéntanos en los comentarios!
Cultura
El Circuito Cervantino llevará el espíritu del FIC a 11 estados del país

Guanajuato, Gto.– El Festival Internacional Cervantino (FIC) ampliará su alcance a través del Circuito Cervantino, que este año recorrerá 11 entidades de la República para acercar propuestas artísticas nacionales e internacionales a nuevos públicos.
Durante la presentación oficial, Valeria Palomino, directora general de Circuitos y Festivales de la Secretaría de Cultura, destacó que la iniciativa es fruto de la colaboración entre instancias federales, estatales y universidades, lo que permitió fortalecer la circulación de artistas en todo el país.
El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) participará con 13 espectáculos en octubre, de los cuales ocho son internacionales y cinco producciones nacionales inéditas. Estos montajes se presentarán tanto en Guanajuato como en distintos recintos de la Ciudad de México.
Por su parte, Juan Ayala, secretario de Programación de la UNAM, celebró la coordinación interinstitucional que hace posible una programación diversa e incluyente, mientras que Romain Greco, coordinador ejecutivo del FIC, subrayó que el Circuito funciona como extensión del festival, proyectando su riqueza artística a más escenarios.
El 53º Festival Internacional Cervantino se celebrará del 10 al 26 de octubre en Guanajuato, pero el Circuito llevará sus espectáculos a Baja California, Baja California Sur, Ciudad de México, Estado de México, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Nuevo León, Sinaloa y Tlaxcala. La oferta incluirá teatro, danza, ópera y música en géneros que van del jazz a la tradición popular.
Este año, tanto el FIC como el Circuito tendrán como invitados de honor a Veracruz y Reino Unido, con presentaciones en 40 foros distintos. Entre los montajes destacados figuran la ópera Elektra del INBAL, el concierto Bagatelles de John Zorn interpretado por Sam Eastmond, el performance NeoArctic de la compañía danesa Hotel Pro Forma y la obra Terebrante de Angélica Liddell.
El arranque del Circuito será el 28 de septiembre en la Ciudad de México con un concierto de la cantautora colombiana Victoria Sur, quien rendirá homenaje a Toña la Negra con un repertorio de Agustín Lara y composiciones propias.
En total, 815 artistas de 20 países, entre ellos Alemania, Corea del Sur, Francia, Italia, Reino Unido, Senegal y México, darán vida a esta edición que busca descentralizar la cultura y fortalecer los vínculos artísticos entre regiones.
Cultura
De los mayas a la apicultura moderna: historia de la miel en México

La apicultura en México tiene raíces profundas que se remontan a la época prehispánica, mucho antes de la llegada de las abejas europeas. Los pueblos mayas ya practicaban la meliponicultura, es decir, la crianza de abejas sin aguijón, principalmente de la especie Melipona beecheii, conocida en maya como Xuna’an Kab.
Estas abejas eran criadas en hobones, troncos huecos sellados con lodo y resguardados en chozas. Su miel no solo era alimento, también se usaba como medicina y en rituales religiosos en honor al dios Ah-Muzen-cab, protector de las abejas. La importancia de esta actividad quedó registrada en el Códice de Madrid y en los escritos de fray Diego de Landa.
Durante la colonia, la miel y, sobre todo, la cera de Campeche, fueron productos de gran valor para el Imperio español. Se exportaban desde los puertos de Yucatán y Campeche hacia Veracruz y otras regiones, mientras que los mayas recibían a cambio cacao y piedras preciosas.
Llegada de las abejas europeas
Las abejas de la especie Apis mellifera, originarias de Europa, comenzaron a introducirse en América desde el siglo XVIII. En Cuba prosperaron a partir de 1764, y desde ahí pasaron a la Nueva España a finales de esa década. Sin embargo, en la península de Yucatán su llegada se retrasó hasta finales del siglo XIX o principios del XX, cuando se empezaron a usar colmenas modernas tipo Dadant, lo que impulsó la producción de miel en Izamal y otras zonas de Yucatán.
En 1911 se introdujo la raza Apis mellifera ligústica. A partir de 1920, con la adopción de colmenas de marcos móviles, comenzó la expansión de la apicultura moderna en México, aprovechando la gran diversidad de flora melífera.
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