Cultura
Reflexionan sobre el riesgo de desaparición de las mujeres cantoras yoreme
La tradición musical de las comunidades yoreme (mayo) y yoeme (yaqui), asentadas en Sinaloa y Sonora, es ampliamente reconocida por sus danzas y sones de pascola, venado, matachines y fariseos, además del uso de instrumentos autóctonos como el tambor de agua y los raspadores, y otros de influencia europea, como el arpa y el violín. Sin embargo, una expresión fundamental para la vida ritual de estos pueblos se encuentra en riesgo de desaparecer: las mujeres cantoras.
Así lo destacó el músico y danzante tradicional yoreme Bernardo Esquer López durante su participación en el II Coloquio Música, Danzas y Bailes Tradicionales de Baja California y Regiones Circunvecinas, organizado por la Coordinación Nacional de Difusión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), junto con el Centro INAH Baja California y el Centro Cultural Tijuana, realizado del 29 al 31 de octubre.
En su ponencia titulada Jumee Yorém cantóoresim aabe Lúteme (Las mujeres cantoras en peligro de extinción), Esquer López explicó que el origen de las cantoras se remonta a tiempos prehispánicos, cuando existían plañideras que lloraban a los difuntos durante siete días. No lo hacían con gritos, sino con entonaciones que imitaban a los animales del monte, considerados humanos dentro del pensamiento yoreme.
“A través del llanto emulaban a los animales, a quienes se les llamaba para que recogieran el alma del difunto. En las naciones yoeme y yoreme este canto se transformó en un llanto entonado que aún se conserva durante siete días”, señaló.
Con la llegada de los frailes españoles en el siglo XVI, esta tradición fue incorporada a los ritos cristianos. Las mujeres comenzaron a vocalizar junto con hombres instruidos en canto gregoriano, dando origen a una nueva práctica musical que se mantuvo en festividades religiosas, funerales y celebraciones del calendario litúrgico.
Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, la enseñanza de las cantoras se interrumpió, y la responsabilidad de mantener las liturgias recayó en los maestros rezanderos. En contraste, en el caso de los yoeme, la tradición de las mujeres cantoras se fortaleció tras su retorno a su territorio en 1938, cuando el presidente Lázaro Cárdenas permitió su regreso del exilio en Yucatán.
“Los padres llevaban a sus hijas a las iglesias como promeseras, comprometiéndose a cantar durante años o toda la vida. Algunas asumieron ese papel de manera permanente, pese al sacrificio de cantar durante noches enteras. En otros pueblos, sin embargo, las voces femeninas fueron sustituidas por varones que hacían la segunda voz”, explicó Esquer.
Actualmente, en las comunidades del río Yaqui aún existen mujeres cantoras, aunque en el río Mayo esta figura ha desaparecido casi por completo debido a la exigencia física y espiritual que implica su labor.
El músico subrayó la necesidad de formar nuevas generaciones en esta tradición: “Algunos hemos decidido organizar grupos de enseñanza, no con métodos escolares, sino a través de la práctica, el análisis y la vocalización en casa. Preservar el canto de las mujeres es mantener viva una parte esencial del pensamiento yoreme”.
Cultura
Las leyendas de terror en México: entre el mito, la historia y el miedo colectivo
México es un país donde las leyendas de terror forman parte esencial de su identidad cultural
En pueblos, calles y antiguos caserones, sobreviven historias que han pasado de generación en generación, alimentadas por el misterio y la tradición oral. Desde tiempos prehispánicos, los relatos sobre espíritus, apariciones y seres sobrenaturales reflejan el vínculo que los mexicanos han mantenido con la muerte y el más allá, una relación que se manifiesta tanto en la religiosidad popular como en las celebraciones del Día de Muertos.
Entre las historias más conocidas se encuentra La Llorona, el espectro de una mujer que vaga por las noches llorando por sus hijos perdidos, cuya leyenda tiene versiones distintas en casi todo el país. También destacan El Charro Negro, un jinete que aparece en caminos solitarios para tentar a los viajeros, y La Planchada, una enfermera fantasmal que ronda hospitales ayudando a los enfermos. Estos relatos, más allá del susto, hablan de culpas, castigos y advertencias morales que reflejan los valores y temores de cada época.
Con el paso del tiempo, las leyendas mexicanas han trascendido los pueblos para instalarse en la cultura popular y el entretenimiento. Programas de televisión, películas y plataformas digitales continúan recreando estas historias, adaptándolas a los miedos contemporáneos. En ciudades como Guanajuato, Puebla o la Ciudad de México, los recorridos nocturnos y festivales del terror mantienen viva la tradición, atrayendo a turistas y curiosos en busca de experiencias escalofriantes.
Las leyendas de terror en México no solo provocan miedo, sino que también conservan la memoria de un país donde lo sobrenatural se mezcla con la historia y la fe. Cada historia contada al caer la noche es un recordatorio de que el miedo, lejos de desaparecer, se transforma con el tiempo, pero nunca deja de acompañar al pueblo mexicano.
Cultura
Comienza Séptima Edición del Festival del Día de los Muertos en Guanajuato
Guanajuato, Gto.- El espíritu de las tradiciones volvió a llenar de color y vida las calles de la capital con la séptima edición del Festival del Día de los Muertos “Guanajuato ¡Vívelo!”, una celebración dedicada a honrar la memoria de quienes partieron, fortalecer la identidad cultural y promover el turismo en el corazón del estado.
“El Festival del Día de los Muertos, Guanajuato ¡Vívelo!, es mucho más que una fiesta, es la memoria viva de nuestra identidad”, expresó Robles León durante la ceremonia inaugural. Las ciudades patrimonio del estado abrieron sus calles y su hospitalidad para recibir a visitantes de todo México y del extranjero.
En esta edición, el festival tiene como invitados de honor a San Luis Potosí, representado por Real de Catorce; a Veracruz, con Catemaco; y a China, lo que fortalece el intercambio cultural y la proyección global de esta tradición mexicana.
Además de preservar las costumbres y raíces, el evento impulsa la economía y el turismo local, generando bienestar para las comunidades y las familias guanajuatenses. Se estima la llegada de más de 350 mil visitantes y una derrama económica superior a los 550 millones de pesos en todo el estado, beneficiando a sectores como la gastronomía, la hotelería, la artesanía y los servicios turísticos.
“Que cada altar, cada alfombra y cada catrina nos recuerden que la memoria de nuestros seres queridos sigue viva en la identidad de Guanajuato”, concluyó la Secretaria Lupita Robles.
Durante el evento se reconoció el esfuerzo de organizadores, artistas, artesanos, voluntarios y familias que hicieron posible la realización del festival, así como el trabajo de las corporaciones de seguridad y protección civil que garantizan el orden y la tranquilidad de las actividades.
Cultura
La Leyenda de la Casa de las Brujas de Guanajuato
En el silencioso Barrio de la Presa, a las orillas de Guanajuato capital, se alza una casa diferente a todas. Su fachada, mezcla de estilos árabe, gótico y art nouveau, deslumbra a quienes la miran… pero también despierta un escalofrío imposible de ignorar.
Cuentan los viejos que hacia 1895 un rico empresario holandés mandó construir aquella casa para vivir junto a su hija, Susan. Sin embargo, el destino se tornó oscuro cuando el hombre fue acusado de asesinato y enviado a prisión. Desde entonces, la joven quedó bajo el cuidado de sus dos tías, mujeres de corazón frío y ambición desmedida.
Las tías despreciaban a Susan. La obligaban a permanecer encerrada, le negaban alimento y consuelo. Hasta que una noche, decidieron acabar con su sufrimiento… la encerraron en el sótano, donde la pobre niña murió lentamente. Años después, su cuerpo fue hallado entre el polvo y el silencio de aquel lugar maldito.
Desde entonces, el espíritu de Susan vaga entre los pasillos. Dicen que en las noches de luna llena, una joven hermosa aparece en una ventana y con voz dulce invita a los curiosos a entrar. Los hombres que aceptan son recibidos por dos ancianas de aspecto siniestro, quienes les ofrecen vino y compañía. Pero nadie que haya aceptado ese brindis ha vuelto a salir con vida.
Hoy, la casa forma parte del Hotel Villa María Cristina, y algunos trabajadores aseguran escuchar pasos, risas infantiles y golpes que vienen del antiguo sótano. Otros juran haber visto a una muchacha de blanco cruzar los pasillos en la madrugada…
Así, la Casa de las Brujas sigue guardando sus secretos. Bella por fuera, maldita por dentro. Porque en Guanajuato, hasta las casas más hermosas pueden esconder una historia de horror.
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