

Guanajuato Capital
En el corazón de la ciudad de Guanajuato, donde las calles serpentean entre montañas y túneles, se encuentra el Puente de Tepetapa
Una estructura que ha sido testigo del paso del tiempo y de generaciones enteras
Su construcción comenzó el 18 de enero de 1830 y se completó el 16 de diciembre de 1835, con un costo total de 48,566 pesos, seis reales y tres octavos de la época. Su diseño es notable por su gran arco de cantera rosa y verde, que le otorga elegancia y solidez que han perdurado a lo largo de los años.
Con una altura de 19 metros, el puente fue una de las primeras estructuras de su tipo en México.
Su construcción data del siglo XVIII; si pudiera hablar, ¿qué diría?, en una época en la que la ciudad vivía su auge minero gracias a las riquezas extraídas, de la mina de La Valenciana y otras cercanas. Guanajuato está lleno de minas.
Originalmente, el puente fue erigido como parte de una solución a los constantes problemas de inundaciones que afectaban la zona. El río Guanajuato, que antiguamente corría por la ciudad, mismo que a día de hoy está entubado, solía desbordarse con frecuencia, dificultando el tránsito y dañando propiedades.
El Puente de Tepetapa se concibió para permitir el paso seguro entre barrios importantes, especialmente entre Tepetapa y el centro histórico. Construido por el arquitecto Juan de Dios Pérez, con un diseño colonial típico de la época, con un arco que no solo es estéticamente bello, sino también funcional para soportar el paso de carretas, caballos y burros, en ese entonces.
A lo largo de los siglos, fue reforzado y restaurado en diversas ocasiones, pero aún conserva buena parte de su estructura original.
En la década de 1960, el río Guanajuato fue embovedado, y la zona bajo el puente se convirtió en una importante vialidad urbana. Además de su valor arquitectónico, el puente tiene una dimensión simbólica y cultural.
Durante la época del México independiente y revolucionario, fue testigo de marchas, movimientos sociales y festividades.
Hoy en día, es parte del paisaje cotidiano de locales y turistas, que cruzan sus arcos sin saber que están caminando sobre uno de los testigos más antiguos de la transformación urbana de Guanajuato.
Ahí mismo nació la leyenda de La Dama del Puente de Tepetapa:
Se dice que cuando el río Guanajuato aún corría a cielo abierto bajo el Puente de Tepetapa, los habitantes de la ciudad evitaban cruzarlo pasada la medianoche. No por la delincuencia ni por la oscuridad, sino por una figura que aparecía cuando la luna se reflejaba sobre el agua.
Según los vecinos, en las noches más tranquilas se escuchaban pasos suaves sobre la cantera del puente. Al asomarse, algunos aseguraban ver a una dama vestida de blanco, caminando lentamente de un extremo a otro del arco, mirando hacia el río, como si esperara algo… o a alguien.
Cuenta la ley que esa mujer era Leonor, hija de un comerciante español que vivía en Tepetapa durante el siglo XIX.
Leonor se enamoró de un joven minero mestizo, llamado Tomás, que trabajaba en la mina de Rayas. Su amor era secreto, pues su padre no aprobaba la relación. Se veían cada noche justo en medio del puente, donde nadie más los podía escuchar, bajo la protección del murmullo del río.
Un día, Tomás no llegó. Se había producido un derrumbe en la mina, y él fue uno de los que nunca salieron.
Leonor lo esperó, noche tras noche, parada sobre el puente. Nunca volvió a amar y, según cuentan, murió de pena, arrojando su último suspiro justo donde solía encontrarse con su amado.
Desde entonces, muchos dicen haberla visto…
Guanajuato
Ernesto Millán interviene ante abandono histórico en La Presita: se compromete a investigar posible desvío de recursos.

Guanajuato, Gto.—En un nuevo llamado de auxilio, habitantes de la comunidad La Presita, en la capital del estado, denunciaron la falta de pavimentación y drenaje en la zona, así como la omisión histórica por parte de las autoridades municipales para resolver estas necesidades básicas. La situación fue documentada durante la visita del diputado local Ernesto Millán Soberanes, del partido Morena, quien acudió tras una solicitud presentada por vecinos ante el Congreso del Estado.
Durante el recorrido, el legislador constató personalmente las condiciones precarias de la comunidad, que se traducen en afectaciones directas para al menos 700 familias, muchas de ellas residentes en zonas donde ni siquiera cuentan con drenaje funcional. Además de la carencia de infraestructura básica, los pobladores reportaron obstrucciones viales y anegamientos provocados por el mal diseño de una obra privada de urbanización que ha agravado la situación.
El diputado Millán aseguró que ya existe un recurso etiquetado para obras en La Presita en el ejercicio 2024, pero denunció que dicho recurso habría sido reasignado sin una justificación clara. En respuesta, anunció que iniciará una investigación para determinar el destino del presupuesto originalmente destinado a esta comunidad y exigirá transparencia en los procesos de reasignación de fondos públicos.
Los habitantes relataron que, además del olvido institucional, han enfrentado problemas serios con el escurrimiento de aguas residuales y pluviales, que han desbordado el drenaje, colapsando coladeras y convirtiendo calles en auténticos ríos durante las lluvias.
Esta problemática se ha intensificado con las obras de un fraccionamiento cercano, cuyas descargas según los vecino, están colapsando el sistema de alcantarillado. La situación ha provocado afectaciones a la movilidad, al grado de impedir la circulación del transporte público y el tránsito de vehículos particulares.
Ante esta realidad, Millán Soberanes se comprometió a dar seguimiento puntual al caso y trabajar de la mano con los habitantes para exigir el cumplimiento de los compromisos municipales. El legislador también revisará los expedientes y la documentación técnica entregada por los vecinos, a fin de gestionar de forma más efectiva los recursos necesarios.
Además, los vecinos señalaron la ausencia de servicios públicos básicos como seguridad, evidenciando que ni la policía acude regularmente a la zona. Casualmente, la visita del legislador, según comentaron, fue inusualmente supervisada por policías bajo perfil civil.
La comunidad La Presita es solo una de las muchas zonas rurales y periféricas de Guanajuato capital que enfrentan rezagos estructurales históricos, a pesar del crecimiento urbano en otras áreas del municipio. La falta de infraestructura, vigilancia y mantenimiento evidencia un patrón de marginación que, según los vecinos, se mantiene sin respuesta efectiva desde hace años.
Mientras tanto, las familias continúan padeciendo los estragos de un sistema que, a pesar de tener recursos presupuestados no logra traducir las promesas en obras reales.
Gente
El Cantador: la voz que aún canta en Guanajuato

Guanajuato no solo se recorre con los pies; también se camina con el alma
Guanajuato, Gto.- En cada callejón hay un susurro del pasado, en cada jardín una historia que resiste al olvido… Y entre tanta historia, se recuerdan las leyendas que, entre más se escuchan, más suenan a mito. Y entre todas, hay una que aún se nota.
Entre guitarras callejeras y en voces que vibran entre las piedras: la leyenda de José Carpio, el joven conocido como El Cantador.
Originario del barrio de Tepetapa, Carpio fue hijo de un minero, pero heredó el alma de un artista. A los doce años ya construía su propia guitarra y alegraba a su comunidad con canciones que no conocían más escenario que la calle, ni más público que los vecinos.
Tenía la voz de un tenor y la mirada de quien conoce la nostalgia antes de tiempo.
Su historia es también una de sacrificio. La tragedia familiar lo alejó de la música por años: tras la muerte de su padre en un accidente en la mina, José asumió el sustento del hogar. Fue entonces cuando, en un giro casi novelesco, descubrió un filón de plata. Ese hallazgo le devolvió la libertad… y la música.
Las canciones volvieron. El jardín donde solía cantar —entonces llamado Jardín de las Flores— que originalmente era el parque Porfirio Díaz, comenzó a llenarse de gente que iba no solo a pasear, sino a escucharlo.
Fue tal el cariño del pueblo que, tras su muerte en 1861, se rebautizó el lugar como Jardín El Cantador, en su honor.
Hoy, una estatua de bronce lo recuerda: guitarra en mano, serenamente eterno. Y quienes caminan por ahí en silencio, afirman que en las noches tranquilas aún puede oírse una voz que se desliza entre las hojas, cantando al amor, al dolor y a esa ciudad que nunca dejó de escucharlo.
José Carpio no fue un personaje inventado. Fue carne, voz y leyenda.

El Cantador representa a todos los que alguna vez cantaron desde el alma sin saber que se volverían eternos.
En Guanajuato, los muros también escuchan… y a veces, las voces aún responden.
Los cantos del alma prevalecen en la historia y nombre de este parque, que los capitalinos llevamos en el corazón.
Guanajuato Capital
Apenas parece un cuento aquel silbido de los trenes, ya no se escucha entre los cerros color ocre de Guanajuato

Sin embargo, hubo un tiempo en que los rieles atravesaban los corazones de la ciudad, que conectaba al resto del país con el vaivén constante del ferrocarril.
Las memorias de un medio de transporte que marcó una época de auge industrial, movimiento comercial y desarrollo urbano. Hoy luce de este modo.
El recuerdo de una ciudad entre montañas y trenes
Debido a su geografía complicada.
Guanajuato capital nunca fue el sitio más sencillo para el paso del ferrocarril. Se dice que el traslado era súper lento.
Pero a finales del siglo XIX y principios del XX, el auge minero y la necesidad de transporte eficiente impulsaron la construcción de líneas férreas en las cercanías.
Estas instalaciones impulsadas por el presidente Porfirio Díaz, quien impulsó fuertemente la expansión del ferrocarril en todo el país como símbolo de modernidad y desarrollo económico.
Bajo su mandato se construyeron miles de kilómetros de vías férreas. La intención era conectar centros mineros, agrícolas e industriales con los puertos y ciudades más importantes.
Guanajuato, siendo un importante centro minero, era estratégico.Si bien la estación principal no se ubicaba directamente en el corazón del centro histórico, el tren llegaba a puntos estratégicos como Marfil y Pozuelos, desde donde se distribuían mercancías y personas hacia el interior de la ciudad.
La estación de Marfil, por ejemplo, fue un punto crucial. Aunque pequeña, su papel fue fundamental en la conexión con León, Silao e incluso con el puerto de Veracruz, abriendo rutas para la exportación de minerales como la plata.
Años después, con la llegada de la carretera Panamericana y el auge del transporte por camión, el tren comenzó a perder fuerza.
El ferrocarril como símbolo cultural
Más allá de lo económico, el tren tuvo un profundo impacto cultural.
Fue un símbolo de modernidad, pero también de despedidas y encuentros. Las familias esperaban noticias junto a las vías; los niños saludaban a los maquinistas desde los cerros.
En la memoria colectiva de los guanajuatenses mayores aún persiste ese sonido grave del tren anunciando su llegada.
En eventos especiales, como las fiestas patrias o las visitas presidenciales, el tren era un elemento central.
Transportaba autoridades, artistas, e incluso migrantes que, buscando una mejor vida, comenzaban su viaje rumbo al norte desde estas vías modestas.
¿Y hoy? Rieles oxidados y proyectos olvidados
Actualmente, los vestigios del tren en Guanajuato capital son más arqueología urbana que infraestructura viva. Un pequeño rastro de historia.
Algunos tramos de vía han sido levantados o sepultados por obras públicas. Las antiguas estaciones han sido transformadas o simplemente abandonadas.
Los trenes en Guanajuato capital no fueron solo un medio de transporte, sino parte del alma de una ciudad que aprendió a moverse entre túneles, pendientes y caminos imposibles.
Aunque ya no circulen locomotoras por sus rieles, su legado sigue presente en la memoria de quienes vieron partir y llegar historias sobre ruedas.
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