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Cultura

Orígenes de la ciudad de Guanajuato

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La ciudad de Guanajuato surgió a partir del descubrimiento de yacimientos de plata y otros minerales en la región. Es decir, su origen está estrechamente ligada a la minería y a la explotación de los recursos en las minas de Rayas, Mellado y Valenciana.

Originalmente la zona era habitada por los pueblos chichimecas y, con la llegada de los españoles y posteriormente el hallazgo de las betas de plata, se establecieron los primeros establecimientos mineros. La zona ya tenía el nombre de “Quanashuato” que significa lugar montuoso de ranas, dado por los mismos indígenas.

En 1554 se fundó un “real de minas”; es decir, un establecimiento enfocado en la extracción de metales preciosos. Posteriormente, en 1570, el virrey otorgó el título de Real de Minas de Guanajuato.

Para 1574 el Real de minas se erigió como alcaldía mayor y adoptó el nombre de “Villa de Santa Fe en el Real de Minas de Guanajuato”. En 1679 la región ya contaba con blasón, también conocido como escudo de armas y no fue hasta en 1741 cuando se le otorgó el título de ciudad por las ventajosas conveniencias que ofrecían sus minas.

Los primeros registros que se tienen como “casas” eran los campamentos improvisados de los mineros. Con el tiempo, se empezaron a levantar casas de adobe, piedra y cal cercas de las vetas mineras. Más adelante se fueron construyendo edificaciones cercas de cañones y ríos, adaptándose al terreno montañoso.

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Inicialmente el asentamiento se conformó por cuatro barrios: el de Marfil, el de Tepetapa, el de Santa Ana y el de Santa Fe. Se cree que este último era el más antiguo de los cuatro y que se encontraba en donde está el actual barrio conocido como Pastita.

Conforme creció la minería, también lo hizo la población y la urbanización se fue creando de manera única, pues en la actualidad hay calles estrechas, callejones laberínticos y edificaciones coloniales que son únicas y atractivas para los turistas.

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Cultura

¿La primera iglesia construida en Guanajuato Capital?

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Guanajuato, Gto. – La primera iglesia en Guanajuato capital fue la Parroquia de la Basílica Colegiata de Nuestra Señora de Guanajuato, también conocida como la basílica de Nuestra Señora de Guanajuato. Su construcción comenzó en el siglo XVII y, aunque hay antecedentes de templos más antiguos en la zona, esta iglesia es la más relevante y representativa como el primer gran templo del asentamiento.

La imagen de la virgen de Guanajuato se remonta a los años de colonización y fue un regalo del Rey Felipe II en 1557 como agradecimiento por la riqueza minera que ofrecía Guanajuato a la Corona Española; además esta virgen era un símbolo de protección y fe para los creyentes y es una de las imágenes más antiguas de América.

El estilo del templo pertenece al barroco novohispano y porta elementos decorativos típicos: cornisas salientes, pilastras, nichos y detalles de cantera que embellecen la fachada principal. La cúpula octagonal, revestida con azulejos de talavera es típica del barroco tardío; las torres tienen remates esbeltos que combinan equilibrio y verticalidad.

No obstante, también tiene elementos de Neoclásicas debido a las transformaciones arquitectónicas durante el siglo XVII y XVIII como, por ejemplo, el interior más sombrío, pues tiene líneas más ordenadas; también el el uso del espacio, ya que refleja una organización más racional y armónica del espacio interior.

Este edificio no solo representa la fe de los guanajuatenses, sino también la riqueza minera de la ciudad durante el virreinato.

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Cultura

La Leyenda de la Llorona de la Exhacienda de San Gabriel

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En los alrededores de la Exhacienda de San Gabriel, ubicada en las afueras de Guanajuato capital, circula una historia oscura que ha perdurado durante generaciones…

Entre los miembros de la familia, había una joven llamada Isabel, quien, a pesar de la riqueza que la rodeaba, vivía en un mundo solitario. Isabel estaba enamorada de un joven campesino que trabajaba en los campos de la hacienda, pero su amor era imposible debido a la estricta separación de clases sociales impuesta por su familia. La joven, profundamente enamorada, vivía en un dilema: debía casarse con un hombre de su misma clase o arriesgar todo por estar con su amado.

Una noche, mientras se encontraba en el jardín de la hacienda, Isabel decidió escapar con su amante a escondidas de su familia para huir a otro lugar donde pudieran vivir su amor libremente, pero el destino les tenía preparada una trágica sorpresa.

La familia, al enterarse de la huida, persiguió a los jóvenes y cuando finalmente los alcanzaron, los separaron de manera violenta. El amante de Isabel fue asesinado frente a ella, y la joven, completamente desconsolada, se arrodilló junto a su cuerpo y juró que su alma nunca descansaría hasta reencontrarse con él.

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La joven Isabel pasó los días llorando, vagando por los pasillos y jardines de la Exhacienda, buscando a su amado entre las sombras. Una noche la tragedia alcanzó su punto culminante: Isabel desapareció misteriosamente sin dejar rastro.

A partir de entonces, se cuenta que su alma quedó atrapada en la hacienda y que cada noche, cuando la luna llena iluminaba la tierra, se podía escuchar el llanto de una mujer recorriendo los rincones de la Exhacienda de San Gabriel. La Llorona de San Gabriel, como pasó a ser conocida.

La leyenda cuenta que, si alguna vez escuchas el llanto, debes tener cuidado. Si decides seguir el sonido te perderás en el laberinto de la hacienda y nunca podrás encontrar la salida. Algunos dicen que la Llorona arrastra a los curiosos hacia el mismo destino trágico que ella vivió, llevándolos hacia un amor eterno más allá de la muerte.

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Cultura

¿Tenochtitlán se fundó en un solsticio de invierno?

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El libro “Entre el cielo y el lago: La fundación de México-Tenochtitlan” de Ismael Arturo Montero García, aborda la fundación de la ciudad de México-Tenochtitlan desde una perspectiva multidisciplinaria, integrando la arqueología, la astronomía y la cosmovisión mexica.

Este análisis se ofrece en el marco del 700 aniversario de la ciudad prehispánica y busca entender cómo se erigió una ciudad en un lugar aparentemente inhóspito, emergiendo desde un islote en el lago de Texcoco.

Montero García, quien es investigador en proyectos de arqueología subacuática y alta montaña del INAH, sostiene que la fundación de Tenochtitlan no solo fue un acto urbanístico, sino un ritual de consagración que buscaba establecer un centro sagrado para los mexicas. La ciudad, originalmente llamada Cuauhmixtitlan (“entre las nubes del águila”), fue posteriormente conocida como Tenochtitlan (“el lugar del tunal sobre la piedra”), y su desarrollo estuvo profundamente influenciado por la cosmovisión astronómica y religiosa de los mexicas.

En su análisis, el autor destaca la importancia del Templo Mayor que no solo servía como templo religioso, sino también como un observatorio astronómico para registrar la posición del Sol y otros astros. Este templo representaba el eje del mundo mexica, un lugar simbólico en su axis mundi.

Montero García también explica que la fundación mítica de Tenochtitlan estuvo vinculada con el culto al Dios Huitzilopochtli (Dios de la guerra), en particular con su relación con el solsticio de invierno, cuando Venus y el Sol se alineaban, señalando el nacimiento ritual de Huitzilopochtli. Este acto estaba marcado por el encendido del Fuego Nuevo y se celebraba durante la veintena de Panquetzaliztli.

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El autor también reflexiona sobre la segmentación del año en periodos de 73 días, que definió el trazo urbano de Tenochtitlan y su alineación con el Templo Mayor. Este sistema se reflejó en la actual traza del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Montero concluye que, más que buscar una fecha comprobable para la fundación de Tenochtitlan, los mexicas buscaban evocar un momento mítico para legitimar su linaje y proyectar su destino sagrado. Esta reinterpretación de la historia también fue promovida por el Tlatoani Itzcóatl en el siglo XIV, quien, con la ayuda de Tlacaélel, reformuló la historia y religión de los mexicas tras su victoria sobre los tepanecas y la formación de la Triple Alianza.

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