Pocas veces hay buenas noticias en un país necesitado de ellas. Desde ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador, adelantaba información sobre las investigaciones que pesan sobre Carlos Romero Deschamps por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero. Para seguir con la buena noticia, hoy se sabe que Romero Deschamps ha renunciado como líder del sindicato de petroleros, donde se hizo de una impresionante fortuna a costillas del dinero público que los gobiernos le entregaban a ese cártel llamado sindicato, sin embargo, para mayor gozo de esta nación, la fortuna de poco le servirá porque también le congelaron sus cuentas y a toda su familia.

Fue el mismo ex líder petrolero y político del PRI, además de su familia, quienes se encargaron de dar a conocer su fortuna mal habida con un estilo de vida sólo comparable a la de jeques árabes; autos de lujo, jets, yates, viajes, un Ferrari bañado en oro, lujos desorbitados y un poder aplastante con el que tuvo en sus manos y echados a sus pies a cinco presidentes de México: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, a quienes tuvo seguramente en su nómina y a quienes amenazaba con parar el país si le tocaban un pelo.

Esta es otra fichita que cae en esta administración, otro hampón intocable, cínico, cobijado y defendido por políticos igual de criminales y bajo el manto de impunidad del PRI. Claramente se aprecia la tradición del quinazo, impuesta por Salinas de Gortari, quien, para legitimarse en el poder después de haber perdido en las urnas contra Cuauhtémoc Cárdenas, tuvo que dar un golpe mediático impactante y de paso mandar un mensaje mafioso, así que encerró en la cárcel a La Quina, como se le conocía al líder del sindicato petrolero.

Zedillo tuvo su quinazo con Raúl Salinas de Gortari, Fox persiguió precisamente a Carlos Romero Deschamps por desviar miles de millones de pesos al PRI, el famoso Pemexgate, pero terminó besándole la mano; Calderón convirtió a los mexicano en quinas y metió a la cárcel a medio país sin prueba alguna y ya entrado su sexenio disolvió Luz y Fuerza del Centro, también para legitimarse después de las elecciones más reñidas de la historia. Peña Nieto se las cobró a Elba Esther Gordillo, quien ya anda libre y operando políticamente.

Y ahora López Obrador tiene la gran oportunidad, no de legitimarse, porque no lo necesita, pero sí requiere credibilidad después de que en menos de un año tiene al país al borde del desfiladero y su nivel de aprobación entre los mexicanos va en franca picada. La verdad sería una verdadera calamidad que le temblara la mano para terminar con este delincuente políticamente organizado

Calos Romero Deschamps nació el 17 de enero de 1944. De acuerdo con la página del Senado de la República, donde ocupa un curul, es contador Privado por la Escuela Bancaria y Comercial Efficience en Tampico, Tamaulipas. Desde 1961 ha sido militante del PRI y ha coordinado las campañas políticas de ese partido en Tampico para elegir diputados federales, gobernadores y Presidente de la República; asimismo ha sido consejero político nacional del partido tricolor.

En 1969 ingresó a Petróleos Mexicanos y el 22 de junio de 1993, bajo la administración del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, ocupó el cargo como líder del STPRM. Carlos Romero Deschamps ha sido acusado por enriquecimiento ilícito y operaciones con recursos de procedencia ilícita, y vaya que hay pruebas porque es imposible semejante fortuna con una plaza de chofer de pipa, que es la que ostenta en Pemex.

Ahí está el mensaje que está mandando Andrés Manuel López Obrador, tomémoslo con las reservas del caso porque ya comenzaron a salir los amparos para no tocar a Romero Deschamps y su familia, seguramente para ganar tiempo y huir del país, porque lo que sigue, necesariamente, es la cárcel para este otrora todopoderoso líder del sindicato de petróleos.

 

Deneck Inzunza.

 

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