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Historias

El príncipe Felipe resultó siempre una piedra en el zapato para la corona porque no se callaba nada, era políticamente incorrecto y no seguía protocolos de la realeza ni diplomáticos; aquí, una antología de dislates.

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El príncipe Felipe, duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II de Inglaterra, murió a los 99 años, luego de estar internado por presentar serios problemas de salud, así lo informó el Palacio de Buckingham. La noticia sobre el fallecimiento del duque de Edimburgo, quien estuvo casado 74 años con Isabel II, ha conmocionado al mundo.

Por su manera natural de ser, sin tapujos, resultó siempre una piedra en el zapato para la corona porque no se callaba nada, era políticamente incorrecto y no seguía protocolos de la realeza ni diplomáticos.

Grandes metidas de pata cometió el príncipe Felipe a lo largo de su vida. Las controvertidas e inesperadas observaciones que el duque de Edimburgo realizó a diestra y siniestra en todo tipo de actos durante décadas, pusieron en aprietos a la Monarquía, escrupulosa con los asuntos de protocolo y a sus interlocutores mordiéndose la lengua para no soltar una carcajada o un reclamo, mientras que la prensa sensacionalista se frotaba las manos.

Durante una charla con un estudiante británico en China, en 1986, le dijo: “Si te quedas aquí mucho más tiempo -le advirtió- te volverás a casa con los ojos rasgados”.

En 1967 confesó que “le encantaría ir a Rusia, pero -añadió- esos bastardos han asesinado a la mitad de mi familia”.

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Las declaraciones del esposo de la soberana británica versaron muchas veces en torno a las diferencias culturales entre países, bordeando a menudo en lo socialmente inaceptable.

En 1998, preguntó a un viajero que hacía escala en Papúa Nueva Guinea si se las había ingeniado para “que no lo devoraran” los lugareños -aludiendo a prácticas de canibalismo- y en otra ocasión se dirigió al líder de los aborígenes australianos, William Brin, en Queensland (Australia), para preguntarle si “todavía se seguían lanzando jabalinas unos a otros”.

A un hombre que se desplazaba con una moto adaptada para personas con minusvalía le preguntó en tono jocoso “a cuánta gente había atropellado esta mañana con esa cosa”.

Entre el reguero de frases impactantes figura su recordada afirmación de que “las mujeres británicas no saben cocinar” durante un acto celebrado, irónicamente, en el Instituto de la Mujer de Escocia.

Pero además abordó a una ciudadana keniana para averiguar su género ante el pasmo de los presentes: “Tú eres una mujer, ¿verdad?”, le preguntó sin ningún pudor.

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En el transcurso de un evento celebrado en el Reino Unido mientras admiraba una tela de tartán confeccionada para el Papa, se dirigió a la entonces líder del Partido Conservador escocés Annabel Goldie para preguntarle si “tenía bragas fabricadas con ese material”.

El elenco de improperios no tiene desperdicio y alcanza a sectores como el turismo, al opinar que el problema de Londres son los turistas: “Si pudiéramos parar el turismo, evitaríamos la congestión”, razonó en un acto en el ayuntamiento en 2002.

En otra visita a un hospital caribeño, bromeó con una partera a quien comentó que si ellos tenían que lidiar con los “mosquitos”, los británicos, a cambio, tenían a “la prensa”.

En 2006, el duque tildó de “pregunta idiota” la intervención de una periodista de la cadena BBC que quiso saber si la Reina había disfrutado de una estancia en París.

En 1992, cuando le preguntaron por su papel dentro de la realeza, confesó “con toda franqueza” que hubiera preferido haber continuado “en la Marina” (donde sirvió durante la II Guerra Mundial).

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Pero sus incorrecciones públicas tampoco han tenido piedad con famosos o políticos.

Sobre una actuación del veterano músico británico Elton John, el príncipe comentó, al parecer, que “ojalá le hubieran apagado el micrófono” y dejó a todos sin habla al abordar al presidente de Nigeria para comentarle que parecía que “estaba listo para irse a dormir” al referirse al atuendo tradicional que vestía entonces el político africano en un acto de 2003.

 

Deneck Inzunza.

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Cultura

¿Conoces la leyenda del Cerro del Sombrero? ¡Aquí te la contamos!

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Guanajuato, Gto. 13 mayo 2025.- Guanajuato Capital es un lugar con mucha historia mística, pues las leyendas abundan en las calles, callejones, carreteras, cerros y en casa antiguas. Los residentes de aquí se saben, al menos, alguna de las leyendas más populares como “Las dos comadres”, “El callejón de la condesa”, “El cerro de la Bufa”, etc.; No obstante, hay leyendas que resuenan con fuerza en las afueras del centro histórico como la que se cuenta a los alrededores del Cerro del Sombrero.

Esta elevación de tierra se encuentra ubicada a un lado de la Presa de la Purísima y, actualmente, tanto la presa como esta colina, son áreas naturales protegidas. En la cima de este cerro se encuentran fósiles de criaturas marinas y, además, una roca con forma de silla que, según se cuenta, el diablo se sienta en ella en noches específicas.

Pero esta inusual silla no es todo lo que resguarda el cerro, pues también se encuentra en ella una cueva donde el diablo se resguarda y atrae a cualquiera que esté cerca con el sonido de monedas para tentarlas a entrar.

La gente cercana al lugar cuenta que una vez, hace mucho tiempo, dos campesinos se encontraban en las faldas del cerro pastoreando a sus animales en una mañana, pronto el sonido de unas monedas les llamó la atención. Ambos, atraídos por la curiosidad, siguieron el sonido del dinero hasta dar con una cueva no muy grande y bastante oscura. Uno de ellos se animó a entrar convencido de que ahí había monedas de oro y el otro, por su parte, dio la vuelta y regresó junto con sus animales.

Al hombre que entró no regresó al pueblo y sus animales se encontraron en el lugar, regados por toda el área. Dicen que a veces se escuchan gritos de auxilio que provienen seguido de risas y el sonido de monedas de oro cayendo, chocando con la piedra…

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Por: Montserrat Rodríguez

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Guanajuato Capital

Una vez más atendiendo sus reportes ciudadanos: abuso de autoridad

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Guanajuato, Gto. 09 de mayo 2025.- El 5 de abril de 2025, aproximadamente a las 4 pm, se registró un incidente en la colonia Las Águilas que ha generado gran preocupación entre los residentes. Según la denuncia presentada por la ciudadana María del Refugio Torres de 32 años de edad, ella conducía su vehículo Toyota Corolla del año 1993, color miel, cuando fue interceptado por varias patrullas de la policía.

La persona afectada afirma que los policías la detuvieron y la agredieron física y verbalmente, profiriendo insultos y amenazas. Además, su hija menor de edad, de 14 años, también fue agredida por los agentes, quienes la tomaron del cuello y le torcieron las manos. Un testigo, Vladimir Sandoval Maya, intentó filmar los hechos, pero fue agredido por los policías y obligado a alejarse.

La ciudadana denuncia que los policías se llevaron su vehículo y varias pertenencias, incluyendo su cartera con credenciales bancarias y cinco mil pesos en efectivo. La víctima afirma que no ha cometido ningún delito y busca que se investiguen los hechos para determinar las circunstancias de su detención y agresión.


La persona afectada solicita que se realice una investigación exhaustiva para determinar las responsabilidades y se tomen las medidas necesarias para garantizar la seguridad y los derechos de los ciudadanos. La denuncia ha generado gran preocupación entre los residentes de la colonia Las Águilas y se espera que las autoridades tomen medidas para esclarecer los hechos.

Cómo siempre atendiendo sus reportes ciudadanos. Esta narración es de acuerdo al incidente de la afectada. Cabe mencionar que los afectados ya pusieron sus denunciadas correspondientes.

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Guanajuato Capital

En el corazón de la ciudad de Guanajuato, donde las calles serpentean entre montañas y túneles, se encuentra el Puente de Tepetapa

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Con una altura de 19 metros, el puente fue una de las primeras estructuras de su tipo en México. ​

Su construcción data del siglo XVIII; si pudiera hablar, ¿qué diría?, en una época en la que la ciudad vivía su auge minero gracias a las riquezas extraídas, de la mina de La Valenciana y otras cercanas. Guanajuato está lleno de minas.

Originalmente, el puente fue erigido como parte de una solución a los constantes problemas de inundaciones que afectaban la zona. El río Guanajuato, que antiguamente corría por la ciudad, mismo que a día de hoy está entubado, solía desbordarse con frecuencia, dificultando el tránsito y dañando propiedades.

El Puente de Tepetapa se concibió para permitir el paso seguro entre barrios importantes, especialmente entre Tepetapa y el centro histórico. Construido por el arquitecto Juan de Dios Pérez, con un diseño colonial típico de la época, con un arco que no solo es estéticamente bello, sino también funcional para soportar el paso de carretas, caballos y burros, en ese entonces.

A lo largo de los siglos, fue reforzado y restaurado en diversas ocasiones, pero aún conserva buena parte de su estructura original.

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En la década de 1960, el río Guanajuato fue embovedado, y la zona bajo el puente se convirtió en una importante vialidad urbana. Además de su valor arquitectónico, el puente tiene una dimensión simbólica y cultural.

Durante la época del México independiente y revolucionario, fue testigo de marchas, movimientos sociales y festividades.

Hoy en día, es parte del paisaje cotidiano de locales y turistas, que cruzan sus arcos sin saber que están caminando sobre uno de los testigos más antiguos de la transformación urbana de Guanajuato.

Ahí mismo nació la leyenda de La Dama del Puente de Tepetapa:

Se dice que cuando el río Guanajuato aún corría a cielo abierto bajo el Puente de Tepetapa, los habitantes de la ciudad evitaban cruzarlo pasada la medianoche. No por la delincuencia ni por la oscuridad, sino por una figura que aparecía cuando la luna se reflejaba sobre el agua.

Según los vecinos, en las noches más tranquilas se escuchaban pasos suaves sobre la cantera del puente. Al asomarse, algunos aseguraban ver a una dama vestida de blanco, caminando lentamente de un extremo a otro del arco, mirando hacia el río, como si esperara algo… o a alguien.

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Cuenta la ley que esa mujer era Leonor, hija de un comerciante español que vivía en Tepetapa durante el siglo XIX.

Leonor se enamoró de un joven minero mestizo, llamado Tomás, que trabajaba en la mina de Rayas. Su amor era secreto, pues su padre no aprobaba la relación. Se veían cada noche justo en medio del puente, donde nadie más los podía escuchar, bajo la protección del murmullo del río.

Un día, Tomás no llegó. Se había producido un derrumbe en la mina, y él fue uno de los que nunca salieron.

Leonor lo esperó, noche tras noche, parada sobre el puente. Nunca volvió a amar y, según cuentan, murió de pena, arrojando su último suspiro justo donde solía encontrarse con su amado.

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